Isaak Asimov
Encerrado como toca estar hoy y como tantos, gambeteando
los fantasmas que golpean los muros, me vino a visitar el Mulo.
Antes de despertar del todo, en la duermevela de la
madrugada, el Mulo se acercó y curiosamente esta vez, no tuve miedo.
Hace tanto que deambula por lugares que desconozco,
que me había olvidado de aquello que hizo, cuando de chico, me crucé con él.
En esos días, mi padre ya no era responsable de las
letras que se cruzaban por entre los dedos de sus hijos, ahora que lo recuerdo,
quizás mi madre podía aún tener alguna influencia, pero el Mulo, es patrimonio sin
dudas, del influjo de mi viejo.
Una mañana luminosa, papá trajo un libro de tapas
duras que había comprado en la librería de viejo de la avenida Nazca, esa de
local pequeño que estaba a unas cuantas cuadras de mi casa, del otro lado de la
frontera que armaba la avenida Juan B Justo. La librería estaba enfrente mismo
al Hospital Israelita, lugar donde mi hermano y yo algunos años antes del día en
que papá compró el libro, habíamos nacido, y a mi papá unos cuantos años
después de ese día, le tocó morir.
Pero este cuento no tiene que ver con la muerte ni con
la vida, tiene que ver con el Mulo, pero ahora que lo pienso, algo bastante
tiene que ver la muerte quizás.
La cuestión es que papá nos trajo un Guijarro en el
Cielo aquel día, unos cuatro o cinco meses antes de que se nos cruzara la Primera
Fundación en la librería de viejo.
Esta madrugada, en la duermevela de mi cama, todos
ellos, mi hermano, mi madre y mi padre, llegaron de la mano del Mulo y quizás
haya sido por eso, que el Mulo no me produjo el miedo de antaño.
Y fue un regalo haberlos visto, como algunas otras madrugadas
que también se acercan, pero esta vez comprendí que ellos, tan solo vinieron
para traerme al Mulo.
Finalmente me desperté, hice la gimnasia que me obligo
para no desesperar en este mundo de encierro, me ocupé de mi trabajo dentro del
zoom, luego me dediqué a corregir la novela de turno que estoy escribiendo, leí
algunos párrafos de gente sabia y finalmente, mis manos se dedicaron al Mulo y
aquí estamos.
Todos nosotros y el Mulo que nos acecha.
A esta altura, me siento obligado a presentar al
personaje de estas líneas y además, aclarar cuál fue la iluminación que me trajeron
mis padres y mi hermano esta mañana. Creo valioso que se sepa por otra parte, que
hace varios años ellos también comparten el mismo sitio en el mundo, donde aquel
escritor que nos trajo al Mulo, quizás esté.
El Guijarro en el Cielo fue el primero que leímos de Isaak
Asimov y si la Wikipedia no miente o no se equivoca, parece que fue el primero
que publicó y lo hizo apenas tres años antes, de que yo viera la luz por
primera vez.
Después de aquel, este autor publicó un montón de otras
cosas que para aquellas almas inquietas es bueno saber, que están todas en
cualquier buena biblioteca. Se dedicó a tratados de historia, a divulgaciones
científicas y comentarios de su tiempo, pero lo que lo puso en el mundo de mi casa
de la infancia y en el universo de mi hermano, mi viejo y yo, fueron las
historias de ciencia ficción.
Además del Guijarro, tiene muchas otras publicaciones
de novelas y cuentos de ciencia ficción, incluso su novela Yo Robot llegó al
cine y todavía muchos aún la recuerdan, pero la trilogía de Trantor, quedó
impregnada debajo de nuestra piel de modo diferente (la de mi viejo, la de mi
hermano y la mía).
La historia es maravillosa y se las dejo para que la
busquen y la lean, está narrada en tres novelas: Fundación, Fundación e Imperio
y Segunda Fundación.
Es probable que tamaña obra no haya sido escrita en
pocos años, algunos historiadores del autor, aventuran que comenzó bastante
antes de la Segunda Guerra Mundial, lo que nos permite entender que la figura
del Mulo, bien pudo haber sido inspirada en los grandes líderes fascistas de esos
tiempos y es posible que así haya sido, vaya uno a saber, pero cuando una obra
es grandiosa, lo que nos deja debajo de los poros, por fortuna, supera casi
siempre al autor.
En la trilogía de Trantor, el personaje de un gran
pensador y conocedor de la conducta humana, llega a diseñar un modelo de
certeza del futuro, a partir de la estadística, las matemáticas, la psicología
y la historia.
Antes de morir, el hombre deja películas grabadas con
discursos preparados, sobre todo aquello que iba a ocurrir en el futuro de esa
Primera Fundación. Cada uno tenía concejos adecuados de guía para cada momento,
que sólo debían verse en fechas precisas, como quien se acerca a un oráculo.
Los habitantes cumplieron con la obligación que exigía
la liturgia y en cada fecha aparecía el sabio, que daba con la tecla sobre todo
aquello que se debía hacer, para enfrentar los infortunios que se presentaban.
Hasta que llegó El Mulo.
El Mulo era una figura atroz, capaz de someter al
mejor pintado, que lo volcaba a realizar acciones ajenas a sus valores, deseos
y convicciones, tenía la capacidad de introducirse en el alma humana, exclusivamente
para su interés y de esa forma, dominó a toda la población.
Cuando los otros líderes se encontraron con las
recomendaciones del oráculo en la fecha prevista, comprendieron que El Mulo no
figuraba en los planes del sabio y por lo tanto, estaban a merced de la maldad
del nuevo personaje.
Cómo sigue el relato poco importa en estas líneas,
quizás interesa aquello que me trajeron mis padres y mi hermano en esta
madrugada.
Me dijeron, acá está El Mulo ¿No te habías dado
cuenta?
Es por eso que luego, me levanté y me ocupé de cada
una de mis obligaciones con la mayor energía. Era el modo de enfrentar al Mulo,
ese que no había estado previsto, ese que todo lo cambia, ese que te atrapa y
te confina y curiosamente, ese que te obliga a hacer aquello que no estás para
hacer. Si quieren saber cómo fue que esa sociedad doblegó al Mulo, tendrán que acercarse
a Asimov, no tanto porque no quiera espoliarlo, sino porque no tengo la altura
que él tenía, para hacernos ver lo evidente.
Y sigamos en la cuarentena, alguna vez créanle a
Asimov, el sabio vuelve sobre sus andadas y el Mulo queda en un recuerdo,
esperando el momento justo, para volver en alguna madrugada.
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