Algunos memoriosos e historiadores también, entienden
que el peronismo empezó con el terremoto de San Juan de 1944. Algunos otros
aventuran otras fechas, pero nadie niega que esa gran catástrofe acunó al menos,
uno de los grandes movimientos populares de nuestra nación.
Lo cierto es que, como ocurre con otras cuestiones en
la vida, el mandato parirás con dolor, suele hacernos recordar que los grupos
humanos, muchas veces transitan los mismos códigos que los individuos a quienes
cobijan.
Cuando uno de los grandes líderes de esta democracia, aquel
que manejó el timón del barco luego de la dictadura más dura y trágica, en uno
de sus clásicos discursos detectó que alguien estaba con problemas de salud,
interrumpió su perorata y solicitó casi en una orden:
“Un médico ahí”
y otro alguien que estaba entre los
cientos de miles que había jurado por Hipócrates, hizo lo que tenía para hacer.
Vemos que como nos enseñan los antiguos chinos, cada
crisis trae debajo de su brazo alguna oportunidad y ya sea multitudinaria o
individual, una catástrofe no es otra cosa que una catástrofe y un dirigente no
es nada más que eso mismo.
Un dirigente por supuesto.
Es posible que los mencionados presidentes no hayan
especulado con la situación, es más, casi parece poco probable tamaña situación,
ya que estaban donde debían estar y actuaron del modo que creyeron que había
que actuar, y eso los transforma en estadistas. Es obvio además, que no sólo
actuaron en esas horas, sino que para bien o para mal, en otras.
Y ahora nos encontramos con este juego de la oca,
donde avanzamos algunos casilleros y retrocedemos otros, tal como nos ocurría
en las noches de lluvia, cuando el canal 7 estaba encendido, apenas cuatro horas en un eterno blanco y negro.
Tenemos al dirigente y a la catástrofe.
Nosotros, como siempre argentinos, nos quedamos en casa
los que acatamos y unos otros deben salir porque acatan y algunos otros pícaros,
como siempre, otorgan la regla a tanta excepción, también salen y no acatan.
Pero a diferencia del aquel terremoto de 1944, acá somos
todos sanjuaninos. Algunos padecen lo terrible de la enfermedad y otros peor
aún, la propia muerte o la de algún ser amado, pero todos sin excepción,
sentimos el filo de la espada sobre nuestro cuello, con la mayor o menor
dignidad de nuestra señora compañera, la negación.
Pero hay un hombre que está ahí con toda su
integridad, su imagen aumenta a medida que la cosa crece y deja la amenaza de
la señora molesta en un tono sepia cercano al daguerrotipo. Es más, muchos de los
que antes lo denostaban, hasta entienden de que es mejor que sea él y no otro
el que ocupe el lugar y como siempre ocurre, cuando el cuero está en
juego, hasta sus más duros enemigos, apuestan a que esta vez no se equivoque y que
le vaya lo mejor que le pueda ir.
Puede ser que este sea el inicio de una hermosa
amistad, le dijo el cínico policía a nuestro amado héroe en una mítica película
Casablanca, los hombres luego del comentario que pasó a la historia, caminan
hacia el foro y nos ahorran el destino cruel que sospechamos los espera.
Quizás esta amistad que propone el hombre que dirige
nuestros destinos y los que estamos afuera o adentro según se lo mire, sea algo
más duradera y el destino no termine cargado de crueldad.
Los que tenemos el dudoso mérito de haber sobrevivido
desde párvulos a la epidemia de polio y en nuestra primera juventud al Proceso
de Reorganización Nacional, somos almas curtidas cargadas de un terco optimismo
casi cegador. Sabemos que si no nos toca como ha ocurrido otras veces, siempre
que llovió paró y nunca olvidamos cuando las mieles brotan, que siempre que paró
llovió.
Apuesto entonces a que no sea el hombre un nuevo
salvador, apenas un dirigente que estuvo en el lugar y en el momento en el que
debía estar, pero eso no depende del hombre tan solo, sino de todos nosotros
además de él.
La hermosa amistad es cosa de a dos, así que a no
patalear si el amor se malogra. Es un hilo delgado que tanto al que le toca el
lugar del héroe, como al de policía cínico, merece un gran cuidado para no
cargar, con la necesidad de estar obligados a caminar hasta el foro y ocultar
el final.
Hermosa reflexión Mario.
ResponderEliminarAmbos y otros tantos somos parte de haber sobrevivido a la polio, al proceso, al N1H1, la actual cuarentena y a luchar día a día con lo que nos toca.
Pero como dijo un Rosarino, "Nadie debe y nadie puede vivir sin amor........." y será eso creo, que a lo mejor nos haga seguir luchando hasta el final.
Un fuerte abrazo. " El tano"