martes, 25 de junio de 2013

Abajo todo el Mundo

Es el título en castellano de Down with everybody, un raro relato de George Mikes de evidente crítica al stalinismo que estaba vigente en la zona del otro lado de la Cornina de Hierro para el inicio de la década del ‘50.

De origen húngaro, este humorista se hermana con Conrad al elegir otra lengua a la materna para realizar su obra. Se hermana también con tantos otros como los nuestros Landrú y Cascioli para jugar con eso a lo que Wilde llamó “la cortesía de la desesperación”. Hablaba del humor.

Traigo a este caballero de las letras inglesas, porque en una sobremesa de la cual se hablaba de la realidad que nos toca, de la política en especial y de la de algunos personajes que circulan por el entramado de la vida pública actual, en lo que me queda de materia gris, se me apareció la figura de don Vlastek, personaje que aparece en el libro y que como se verá más adelante, mantiene la máxima de que cuando alguien elabora una observación de la condición humana lo suficientemente inteligente, poco tiene que ver de lo que se esté hablando, del régimen que se esté criticando, ni de la época en que ocurren los hechos.

Antes de meternos con Vlastek, quiero contarles que Mikes también ingresó a mi vida de la mano de la buscadora de perlas de las librerías de viejo que era mi madre, no sólo nos llegó este libro, sino que unos cuantos de esta pluma ingeniosa con su mirada particular de los ingleses, de los norteamericanos, de los judíos frente al nacimiento del Estado de Israel, de los entuertos de las Naciones Unidas y de tanta excusa para retratar el alma humana, cuando se trata de apelmazarse en eso que llamamos sociedad.

Mikes temprano llegó a Londres de su Budapest natal para cubrir los inicios de la Segunda Guerra Mundial y luego, se quedó escapando de los nazis. De pensamiento liberal de acuerdo al decir de los anglos, Mikes era considerado un hombre de izquierdas por conservadores, laboristas y por él mismo, pero también de derechas por todo el arco de las izquierdas de la época por sus declaraciones antistalinistas. Por ese motivo, transitaba en soledad por ese mundo de seres absolutos que le tocó vivir. De hecho, en un artículo posterior a este juego de palabras que concluye en el libro, le agradece irónicamente al Generalísimo Franco su existencia, ya que si bien con ciertas reservas, ese pequeño dictador, les dejaba la excusa abierta para atacar a los bien pensados, que para la época, ya estaban desilusionados con la experiencia bolchevique.

Vayamos entonces al libro: relata las peripecias de un puñado de personas que vive en la capital (Ciudad Yugo) de un pequeño país (Servilia) en el centro de Europa y que padece un gobierno stalinista. El camarada Vlastek encarna a un Comisario del Pueblo que estaba encargado de interpretar la línea de la política del líder y de hacer llegar las inquietudes de los populares al Comité Central.

Presentados los personajes, don George nos abre una puerta de la historia de Vlastek.  Vayamos a la copia del texto:

Ciertamente,  pensase uno lo que pensase sobre Vlastek, no tendría más remedio que confesar que había sido siempre un fiel y apasionado servidor de todos los regímenes que habían ocupado el poder en los últimos treinta años.
Durante la Primera Guerra Mundial era un ardiente nacionalista servillano, dispuesto, mejor dicho ansioso, de derramar su sangre por el Rey y la patria. Cuando triunfó la revolución republicana, Vlastek fue el primero a quien se le ocurrió la patriótica idea de quemar una esfigie del exiliado Rey Federico II en una de las principales plazas de Ciudad Yugo, que entonces llevaba el nombre de Plaza Rey Federico. Una revolución comunista de corta vida, arrebató el poder a los republicanos y entonces Vlastek adquirió la obligatoria chaqueta de cuero y contribuyó activamente a la búsqueda y detención de sospechosos- en su mayor parte ex nacionalistas, monárquicos y republicanos- para entregarlos a los piquetes de fusilamiento en la Plaza Lenin (ex Plaza Rey Federico). La revuelta comunista fue ahogada y subió al poder un régimen nacionalista furioso a las órdenes del general Matyas, y Vlastek tuvo el honor de que se le concediese la Cruz Verde Del Regente Matyas por sus distinguidos servicios en la misión de descubrir y arrestar a ex comunistas, ex republicanos y ex monárquicos. Recibió la mencionada Cruz conjuntamente con otros 2514 hombres, en el transcurso de una celebración en masa realizada en la Plaza Regente Matyas (ex Plaza Lenin y anteriormente Plaza Rey Federico). Durante la década que siguió, el régimen terrorista del Regente Matyas se tornó mucho más liberal bajo la influencia de Europa Occidental. Tanto Vlastek como el mismo Regente, en compañía de unos cuantos centenares de miles de otros ciudadanos, se trocaron en paladines del liberalismo del siglo XIX. Vlastek no podía cruzarse con un judío en la calle, sin detenerse y estamparle un ósculo en cada mejilla. Pronunciaba ardientes discursos en favor de la libre expresión; exhortaba al pueblo a que dijese lo que pensaba abiertamente, y ayudaba a la policía, en su carácter de Informador, a detener a tos cuantos habían seguido su consejo y hablaron abiertamente cuanto pensaban.
 Una vez, una de sus víctimas lo golpeó en la Plaza Gladstone (ex Plaza Regente Matyas, anteriormente Plaza Lenin y más anteriormente Plaza Rey Federico), pero el asunto tuvo que ser silenciado, porque quien le había propinado los golpes era un Conde.
  Unos años después la vecina Alemania alcanzó su enorme poderío y el Nazismo se constituyó en el último grito de la moda política. Vlastek luchó valerosamente contra la Amenaza Roja y ayudó a detener judíos que después eran fusilados en la Plaza Hitler (ex todas esas cosas). Y Vlastek disparó no pocos de los proyectiles que dieron muerte a los judíos. Cuando la Amenaza Roja llegó a territorio de Servilia fue llamado a una Bendición Universal. Con la ayuda de algunos testigos, Vlastek consiguió probar que él había sido personalmente responsable de la muerte de diez miembros de la Resistencia y judíos. (Diez era el número mínimo que se aceptaba). Y así, fue designado  Instructor Ideológico del Partido. En sus horas libres ayudaba a la policía a detener a ex nazis (que no habían podido probar diez muertes en su haber), mas algunos nacionalistas, monárquicos, elementos de Matyas y liberales, como complemento.
 Por sus importantes servicios se le confirió el título de Distinguido Ciudadano de la Democracia del Pueblo. Se realizó una inspirada celebración en La Plaza del Líder (ex Hitler, ex Gladstone, ex Regente Matyas, ex Lenin, ex Rey Federico). Vlastek estaba rígido allí, bajo las banderas y estandartes, con 873 Codistinguidos Ciudadanos, alta la cabeza, mirando a los ojos al famoso héroe extranjero General Madiroff y pensando con enorme orgullo. “ Los países y las ideas perecen, pero yo sobreviviré”.


  Esto que acaban de leer si llegaron a hacerlo hasta acá, fue publicado en 1951 luego de varias pasadas por la radio de la BBC con el título “Campaña del sueño”. Me interesa observar la intencionalidad del autor en la aparente contradicción expresa de aquello con lo que Vlastek se sirvió para transformarse en hombre del Partido. No olvidemos que la resistencia y los judíos, eran enemigos o en su defecto, víctimas de los nazis y no supuestamente los adversarios de los nuevos detentores del poder.