Es el
título en castellano de Down
with everybody, un raro relato de George Mikes de
evidente crítica al stalinismo que estaba vigente en la zona del otro lado de
la Cornina de Hierro para el inicio de la década del ‘50.
De
origen húngaro, este humorista se hermana con Conrad al elegir otra lengua a la
materna para realizar su obra. Se hermana también con tantos otros como los
nuestros Landrú y Cascioli para jugar con eso a lo que Wilde llamó “la cortesía
de la desesperación”. Hablaba del humor.
Traigo
a este caballero de las letras inglesas, porque en una sobremesa de la cual se
hablaba de la realidad que nos toca, de la política en especial y de la de
algunos personajes que circulan por el entramado de la vida pública actual, en
lo que me queda de materia gris, se me apareció la figura de don Vlastek,
personaje que aparece en el libro y que como se verá más adelante, mantiene la
máxima de que cuando alguien elabora una observación de la condición humana lo
suficientemente inteligente, poco tiene que ver de lo que se esté hablando,
del régimen que se esté criticando, ni de la época en que ocurren los hechos.
Antes
de meternos con Vlastek, quiero contarles que Mikes también ingresó a mi vida
de la mano de la buscadora de perlas de las librerías de viejo que era mi
madre, no sólo nos llegó este libro, sino que unos cuantos de esta pluma
ingeniosa con su mirada particular de los ingleses, de los norteamericanos, de
los judíos frente al nacimiento del Estado de Israel, de los entuertos de las
Naciones Unidas y de tanta excusa para retratar el alma humana, cuando se trata
de apelmazarse en eso que llamamos sociedad.
Mikes
temprano llegó a Londres de su Budapest natal para cubrir los inicios de la
Segunda Guerra Mundial y luego, se quedó escapando de los nazis. De pensamiento
liberal de acuerdo al decir de los anglos, Mikes era considerado un hombre de
izquierdas por conservadores, laboristas y por él mismo, pero también de
derechas por todo el arco de las izquierdas de la época por sus declaraciones
antistalinistas. Por ese motivo, transitaba en soledad por ese mundo de seres
absolutos que le tocó vivir. De hecho, en un artículo posterior a este juego de
palabras que concluye en el libro, le agradece irónicamente al Generalísimo
Franco su existencia, ya que si bien con ciertas reservas, ese pequeño
dictador, les dejaba la excusa abierta para atacar a los bien pensados, que
para la época, ya estaban desilusionados con la experiencia bolchevique.
Vayamos
entonces al libro: relata las peripecias de un puñado de personas que vive en
la capital (Ciudad Yugo) de un pequeño país (Servilia) en el centro de Europa y
que padece un gobierno stalinista. El camarada Vlastek encarna a un Comisario
del Pueblo que estaba encargado de interpretar la línea de la política del líder
y de hacer llegar las inquietudes de los populares al Comité Central.
Presentados
los personajes, don George nos abre una puerta de la historia de Vlastek. Vayamos a la copia del texto:
“ Ciertamente,
pensase uno lo que pensase sobre Vlastek, no tendría más remedio que
confesar que había sido siempre un fiel y apasionado servidor de todos los
regímenes que habían ocupado el poder en los últimos treinta años.
Durante la Primera Guerra Mundial era un ardiente
nacionalista servillano, dispuesto, mejor dicho ansioso, de derramar su sangre
por el Rey y la patria. Cuando triunfó la revolución republicana, Vlastek fue
el primero a quien se le ocurrió la patriótica idea de quemar una esfigie del
exiliado Rey Federico II en una de las principales plazas de Ciudad Yugo, que
entonces llevaba el nombre de Plaza Rey Federico. Una revolución comunista de
corta vida, arrebató el poder a los republicanos y entonces Vlastek adquirió la
obligatoria chaqueta de cuero y contribuyó activamente a la búsqueda y
detención de sospechosos- en su mayor parte ex nacionalistas, monárquicos y
republicanos- para entregarlos a los piquetes de fusilamiento en la Plaza Lenin
(ex Plaza Rey Federico). La revuelta comunista fue ahogada y subió al poder un
régimen nacionalista furioso a las órdenes del general Matyas, y Vlastek tuvo
el honor de que se le concediese la Cruz Verde Del Regente Matyas por sus
distinguidos servicios en la misión de descubrir y arrestar a ex comunistas, ex
republicanos y ex monárquicos. Recibió la mencionada Cruz conjuntamente con
otros 2514 hombres, en el transcurso de una celebración en masa realizada en la
Plaza Regente Matyas (ex Plaza Lenin y anteriormente Plaza Rey Federico).
Durante la década que siguió, el régimen terrorista del Regente Matyas se tornó
mucho más liberal bajo la influencia de Europa Occidental. Tanto Vlastek como
el mismo Regente, en compañía de unos cuantos centenares de miles de otros
ciudadanos, se trocaron en paladines del liberalismo del siglo XIX. Vlastek no
podía cruzarse con un judío en la calle, sin detenerse y estamparle un ósculo
en cada mejilla. Pronunciaba ardientes discursos en favor de la libre
expresión; exhortaba al pueblo a que dijese lo que pensaba abiertamente, y
ayudaba a la policía, en su carácter de Informador, a detener a tos cuantos
habían seguido su consejo y hablaron abiertamente cuanto pensaban.
Una vez, una de sus
víctimas lo golpeó en la Plaza Gladstone (ex Plaza Regente Matyas,
anteriormente Plaza Lenin y más anteriormente Plaza Rey Federico), pero el
asunto tuvo que ser silenciado, porque quien le había propinado los golpes era
un Conde.
Unos años después la
vecina Alemania alcanzó su enorme poderío y el Nazismo se constituyó en el
último grito de la moda política. Vlastek luchó valerosamente contra la Amenaza
Roja y ayudó a detener judíos que después eran fusilados en la Plaza Hitler (ex
todas esas cosas). Y Vlastek disparó no pocos de los proyectiles que dieron
muerte a los judíos. Cuando la Amenaza Roja llegó a territorio de Servilia fue
llamado a una Bendición Universal. Con la ayuda de algunos testigos, Vlastek
consiguió probar que él había sido personalmente responsable de la muerte de
diez miembros de la Resistencia y judíos. (Diez era el número mínimo que se
aceptaba). Y así, fue designado
Instructor Ideológico del Partido. En sus horas libres ayudaba a la
policía a detener a ex nazis (que no habían podido probar diez muertes en su
haber), mas algunos nacionalistas, monárquicos, elementos de Matyas y
liberales, como complemento.
Por sus importantes
servicios se le confirió el título de Distinguido Ciudadano de la Democracia
del Pueblo. Se realizó una inspirada celebración en La Plaza del Líder (ex
Hitler, ex Gladstone, ex Regente Matyas, ex Lenin, ex Rey Federico). Vlastek
estaba rígido allí, bajo las banderas y estandartes, con 873 Codistinguidos
Ciudadanos, alta la cabeza, mirando a los ojos al famoso héroe extranjero
General Madiroff y pensando con enorme orgullo. “ Los países y las ideas
perecen, pero yo sobreviviré”.
Esto que acaban de leer si llegaron a hacerlo
hasta acá, fue publicado en 1951 luego de varias pasadas por la radio de la BBC
con el título “Campaña del sueño”. Me interesa observar la intencionalidad del
autor en la aparente contradicción expresa de aquello con lo que Vlastek se
sirvió para transformarse en hombre del Partido. No olvidemos que la
resistencia y los judíos, eran enemigos o en su defecto, víctimas de los nazis
y no supuestamente los adversarios de los nuevos detentores del poder.
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