viernes, 23 de marzo de 2012

DOS PÁJAROS

    Tengo la fortuna de ser parte del equipo que trabaja en el espectáculo 
    de Sabina y Serrat en nuestra tierra.
    
    El privilegio de toparse con el talento y la sabiduría de estos dos 
    gallegos (confesado por ellos aporteñados, nada de catalán y de
    andaluz), que desde hace un tiempo, están en la cola para recibirse 
    de ancianos, me resulta asombroso, a pesar de que también yo, estoy 
    a pocos puestos de ellos en esa misma fila.
     
    Tal como dice Sabina sobre el escenario, las canciones del Nano, abren
    los corazones de las chicas ( y otros espacios) con la magia de su
    contraseña. Por ese motivo, desde mi adolescencia y primera juventud, 
    gran parte de las canciones que cantaba, habían salido de su genio. Luego,
    por esas vueltas del destino, mi corazón se cerró y sólo canté para esa mujer
    llena de música y colores que alegra mi vida. A veces ella abría su corazón con 
    las melodías y otras, bueno también estaban aquellas otras, en que no había
    canción que valiera. 
    
    Y de ese modo, llegaron las hijas que aprendieron las canciones con la leche
    templada y además, recibieron de la voz del catalán, las aventuras del
    Principito que todas las noches, les relataba desde una reproductora de 
    casettes.
  
    Para la época en que yo aprendía a cantar canciones, Sabina por su parte, 
    andaba con las ratas de los albañales y de los subtes de Londres. Como
    nunca fui un hombre viajero, no pude conocer a ese juglar y luego, cuando 
    el andaluz era conocido hasta en el bar del Chino de Pompeya, mi corazón
    ya estaba negado a aprender.
  
    Sin embargo, la mujer llena de notas que me acompaña en la vida, trajo
    la poesía y la melodía de una voz completa, que en ese momento, no pudo
    con mi endurecido corazón. 
    Pero el tiempo pasó y el papá de aquel que se fue con la Magdalena, como
    nos hace a aquellos que integramos la cola, se encargó de que aquella voz 
    engreída, se cargara con el dolor de los que predican su misión. Esa voz 
    ronca, como pasa con el Polaco, empuja las palabras y golpean las notas,
    para que cualquier corazón, por más duro que haya quedado, se transforme 
    en un corazón cinco estrellas. 
  
    Gracias quiero decir a esos dos atorrantes, que se exhiben sin pudor, quizás 
    ya no dé para beber a morro y sólo se pueda uno arreglar con una copita de
    champán, poco importa. Hasta es posible que este hombre, al que los 
    nubarrones del destino le cerraron el corazón, se anime a salir por los tejados, 
    como un gato sin dueño, a recorrer con la voz ronca, para que la Luna le haga 
    un guiño, en un rincón, en un papel o en un cajón.