miércoles, 15 de abril de 2020

Mulo (día veinticuatro de cuarentena)

                                                       
                                                                      Isaak Asimov


Encerrado como toca estar hoy y como tantos, gambeteando los fantasmas que golpean los muros, me vino a visitar el Mulo.
Antes de despertar del todo, en la duermevela de la madrugada, el Mulo se acercó y curiosamente esta vez, no tuve miedo.
Hace tanto que deambula por lugares que desconozco, que me había olvidado de aquello que hizo, cuando de chico, me crucé con él.
En esos días, mi padre ya no era responsable de las letras que se cruzaban por entre los dedos de sus hijos, ahora que lo recuerdo, quizás mi madre podía aún tener alguna influencia, pero el Mulo, es patrimonio sin dudas, del influjo de mi viejo.
Una mañana luminosa, papá trajo un libro de tapas duras que había comprado en la librería de viejo de la avenida Nazca, esa de local pequeño que estaba a unas cuantas cuadras de mi casa, del otro lado de la frontera que armaba la avenida Juan B Justo. La librería estaba enfrente mismo al Hospital Israelita, lugar donde mi hermano y yo algunos años antes del día en que papá compró el libro, habíamos nacido, y a mi papá unos cuantos años después de ese día, le tocó morir.
Pero este cuento no tiene que ver con la muerte ni con la vida, tiene que ver con el Mulo, pero ahora que lo pienso, algo bastante tiene que ver la muerte quizás.
La cuestión es que papá nos trajo un Guijarro en el Cielo aquel día, unos cuatro o cinco meses antes de que se nos cruzara la Primera Fundación en la librería de viejo.
Esta madrugada, en la duermevela de mi cama, todos ellos, mi hermano, mi madre y mi padre, llegaron de la mano del Mulo y quizás haya sido por eso, que el Mulo no me produjo el miedo de antaño.
Y fue un regalo haberlos visto, como algunas otras madrugadas que también se acercan, pero esta vez comprendí que ellos, tan solo vinieron para traerme al Mulo.
Finalmente me desperté, hice la gimnasia que me obligo para no desesperar en este mundo de encierro, me ocupé de mi trabajo dentro del zoom, luego me dediqué a corregir la novela de turno que estoy escribiendo, leí algunos párrafos de gente sabia y finalmente, mis manos se dedicaron al Mulo y aquí estamos.
Todos nosotros y el Mulo que nos acecha.
A esta altura, me siento obligado a presentar al personaje de estas líneas y además, aclarar cuál fue la iluminación que me trajeron mis padres y mi hermano esta mañana. Creo valioso que se sepa por otra parte, que hace varios años ellos también comparten el mismo sitio en el mundo, donde aquel escritor que nos trajo al Mulo, quizás esté.
El Guijarro en el Cielo fue el primero que leímos de Isaak Asimov y si la Wikipedia no miente o no se equivoca, parece que fue el primero que publicó y lo hizo apenas tres años antes, de que yo viera la luz por primera vez.
Después de aquel, este autor publicó un montón de otras cosas que para aquellas almas inquietas es bueno saber, que están todas en cualquier buena biblioteca. Se dedicó a tratados de historia, a divulgaciones científicas y comentarios de su tiempo, pero lo que lo puso en el mundo de mi casa de la infancia y en el universo de mi hermano, mi viejo y yo, fueron las historias de ciencia ficción.
Además del Guijarro, tiene muchas otras publicaciones de novelas y cuentos de ciencia ficción, incluso su novela Yo Robot llegó al cine y todavía muchos aún la recuerdan, pero la trilogía de Trantor, quedó impregnada debajo de nuestra piel de modo diferente (la de mi viejo, la de mi hermano y la mía).
La historia es maravillosa y se las dejo para que la busquen y la lean, está narrada en tres novelas: Fundación, Fundación e Imperio y Segunda Fundación.
Es probable que tamaña obra no haya sido escrita en pocos años, algunos historiadores del autor, aventuran que comenzó bastante antes de la Segunda Guerra Mundial, lo que nos permite entender que la figura del Mulo, bien pudo haber sido inspirada en los grandes líderes fascistas de esos tiempos y es posible que así haya sido, vaya uno a saber, pero cuando una obra es grandiosa, lo que nos deja debajo de los poros, por fortuna, supera casi siempre al autor.
En la trilogía de Trantor, el personaje de un gran pensador y conocedor de la conducta humana, llega a diseñar un modelo de certeza del futuro, a partir de la estadística, las matemáticas, la psicología y la historia.
Antes de morir, el hombre deja películas grabadas con discursos preparados, sobre todo aquello que iba a ocurrir en el futuro de esa Primera Fundación. Cada uno tenía concejos adecuados de guía para cada momento, que sólo debían verse en fechas precisas, como quien se acerca a un oráculo.
Los habitantes cumplieron con la obligación que exigía la liturgia y en cada fecha aparecía el sabio, que daba con la tecla sobre todo aquello que se debía hacer, para enfrentar los infortunios que se presentaban.
Hasta que llegó El Mulo.
El Mulo era una figura atroz, capaz de someter al mejor pintado, que lo volcaba a realizar acciones ajenas a sus valores, deseos y convicciones, tenía la capacidad de introducirse en el alma humana, exclusivamente para su interés y de esa forma, dominó a toda la población.
Cuando los otros líderes se encontraron con las recomendaciones del oráculo en la fecha prevista, comprendieron que El Mulo no figuraba en los planes del sabio y por lo tanto, estaban a merced de la maldad del nuevo personaje.
Cómo sigue el relato poco importa en estas líneas, quizás interesa aquello que me trajeron mis padres y mi hermano en esta madrugada.
Me dijeron, acá está El Mulo ¿No te habías dado cuenta?
Es por eso que luego, me levanté y me ocupé de cada una de mis obligaciones con la mayor energía. Era el modo de enfrentar al Mulo, ese que no había estado previsto, ese que todo lo cambia, ese que te atrapa y te confina y curiosamente, ese que te obliga a hacer aquello que no estás para hacer. Si quieren saber cómo fue que esa sociedad doblegó al Mulo, tendrán que acercarse a Asimov, no tanto porque no quiera espoliarlo, sino porque no tengo la altura que él tenía, para hacernos ver lo evidente.
Y sigamos en la cuarentena, alguna vez créanle a Asimov, el sabio vuelve sobre sus andadas y el Mulo queda en un recuerdo, esperando el momento justo, para volver en alguna madrugada.