miércoles, 13 de noviembre de 2013

Un Regalo De Borges


Hace pocos días, una figura de la política nacional desató una polémica en un reportaje y según la opinión de muchos: “se fue de boca”.

Se trata de Jaime Durán Barba, responsable de las campañas publicitarias del Pro, partido que gobierna la Ciudad de Buenos Aires.

El título de la noticia es :

Hitler era un tipo fantástico

Y lo que hay en la web de la noticia lo tienen en:


El título del reportaje carga con la picardía del periodista que de este modo, logró la repercusión de todo aquel que busca figuración a la hora de pelearse con el teclado. Felicitaciones por ese motivo.

En lo que a mí respecta, el sábado muy temprano escuché el comentario por la radio y si bien el título me fue presentado, previamente se adelantaron algunos juicios y lejos de producirme rechazo, consideré acertado a este ecuatoriano cuyo trabajo es curiosamente, hacer ganar a los políticos. Paradoja de un acto poco político. En casa de herrero, el cuchillo es de palo.

¿Qué fue lo que dijo ese caballero que me pareció oportuno?

Dijo primero que los líderes demonizados como Hitler y Stalin, no necesariamente deben ser seres vestidos de rojo con tridente y cuernos, son personas capaces de emocionarse con el llanto de un bebé, con una poesía o con la apertura de una flor. Similar al Padrino de Coppola que luego de asesinar a un tipo, se la pasaba durmiendo a su pequeño hijo a upa, con la ternura que cualquier padre prodiga a su descendencia.

Pero agregó algo más a mi juicio muy valioso, dijo que los mencionados dictadores eran tipos populares aclamados por las masas, de hecho Hitler recordó, llegó al poder gracias al voto popular.

Quiero citar a James Madison, presidente de los Estados Unidos de Norteamérica y fundador del Partido Republicano:

“Si los hombres fueran ángeles, no sería necesario ningún gobierno. Si los ángeles gobernaran a los hombres, no sería necesario ningún control externo ni interno sobre el gobierno”.
 Y concluye:
“Al enmarcar un gobierno que va a ser administrado por hombres sobre hombres… se debe primero permitir al gobierno controlar a los gobernados y después obligarlo a controlarse a sí mismo”.

De modo que ese hombre que gobernó ese país a principios del siglo diecinueve ( fue el cuarto presidente), ya sospechaba que ese caballero vestido de rojo anida en cada uno de nuestros corazones cuando al menos, actuamos como entes sociales y es atinado hacernos cargo de semejante responsabilidad trágica.
Tamaña desilusión empujó al suicido a hombres de la talla de Stefan Sweig y de Primo Levi.
Quien se atreva por las páginas de mi novela A Campo Traviesa, es probable que encuentre algo de eso también.

Tanta perorata no olvida al gran maestro argentino del título. Borges nos regaló un cuento maravilloso sobre la condición humana usando al nazismo como excusa. Un alma generosa nos lo hace llegar a la red. El cuento tiene por título:

Deutsches Requiem(El Aleph, 1949)


De modo que agradezco a Don Jaime a que se haya animado a irse de boca a pesar de que habitualmente no comparta los lineamientos que defiende y lamento especialmente el rasgado de vestiduras de propios y de ajenos, que no tuvieron el valor de defender esos puntos de vista. 

martes, 25 de junio de 2013

Abajo todo el Mundo

Es el título en castellano de Down with everybody, un raro relato de George Mikes de evidente crítica al stalinismo que estaba vigente en la zona del otro lado de la Cornina de Hierro para el inicio de la década del ‘50.

De origen húngaro, este humorista se hermana con Conrad al elegir otra lengua a la materna para realizar su obra. Se hermana también con tantos otros como los nuestros Landrú y Cascioli para jugar con eso a lo que Wilde llamó “la cortesía de la desesperación”. Hablaba del humor.

Traigo a este caballero de las letras inglesas, porque en una sobremesa de la cual se hablaba de la realidad que nos toca, de la política en especial y de la de algunos personajes que circulan por el entramado de la vida pública actual, en lo que me queda de materia gris, se me apareció la figura de don Vlastek, personaje que aparece en el libro y que como se verá más adelante, mantiene la máxima de que cuando alguien elabora una observación de la condición humana lo suficientemente inteligente, poco tiene que ver de lo que se esté hablando, del régimen que se esté criticando, ni de la época en que ocurren los hechos.

Antes de meternos con Vlastek, quiero contarles que Mikes también ingresó a mi vida de la mano de la buscadora de perlas de las librerías de viejo que era mi madre, no sólo nos llegó este libro, sino que unos cuantos de esta pluma ingeniosa con su mirada particular de los ingleses, de los norteamericanos, de los judíos frente al nacimiento del Estado de Israel, de los entuertos de las Naciones Unidas y de tanta excusa para retratar el alma humana, cuando se trata de apelmazarse en eso que llamamos sociedad.

Mikes temprano llegó a Londres de su Budapest natal para cubrir los inicios de la Segunda Guerra Mundial y luego, se quedó escapando de los nazis. De pensamiento liberal de acuerdo al decir de los anglos, Mikes era considerado un hombre de izquierdas por conservadores, laboristas y por él mismo, pero también de derechas por todo el arco de las izquierdas de la época por sus declaraciones antistalinistas. Por ese motivo, transitaba en soledad por ese mundo de seres absolutos que le tocó vivir. De hecho, en un artículo posterior a este juego de palabras que concluye en el libro, le agradece irónicamente al Generalísimo Franco su existencia, ya que si bien con ciertas reservas, ese pequeño dictador, les dejaba la excusa abierta para atacar a los bien pensados, que para la época, ya estaban desilusionados con la experiencia bolchevique.

Vayamos entonces al libro: relata las peripecias de un puñado de personas que vive en la capital (Ciudad Yugo) de un pequeño país (Servilia) en el centro de Europa y que padece un gobierno stalinista. El camarada Vlastek encarna a un Comisario del Pueblo que estaba encargado de interpretar la línea de la política del líder y de hacer llegar las inquietudes de los populares al Comité Central.

Presentados los personajes, don George nos abre una puerta de la historia de Vlastek.  Vayamos a la copia del texto:

Ciertamente,  pensase uno lo que pensase sobre Vlastek, no tendría más remedio que confesar que había sido siempre un fiel y apasionado servidor de todos los regímenes que habían ocupado el poder en los últimos treinta años.
Durante la Primera Guerra Mundial era un ardiente nacionalista servillano, dispuesto, mejor dicho ansioso, de derramar su sangre por el Rey y la patria. Cuando triunfó la revolución republicana, Vlastek fue el primero a quien se le ocurrió la patriótica idea de quemar una esfigie del exiliado Rey Federico II en una de las principales plazas de Ciudad Yugo, que entonces llevaba el nombre de Plaza Rey Federico. Una revolución comunista de corta vida, arrebató el poder a los republicanos y entonces Vlastek adquirió la obligatoria chaqueta de cuero y contribuyó activamente a la búsqueda y detención de sospechosos- en su mayor parte ex nacionalistas, monárquicos y republicanos- para entregarlos a los piquetes de fusilamiento en la Plaza Lenin (ex Plaza Rey Federico). La revuelta comunista fue ahogada y subió al poder un régimen nacionalista furioso a las órdenes del general Matyas, y Vlastek tuvo el honor de que se le concediese la Cruz Verde Del Regente Matyas por sus distinguidos servicios en la misión de descubrir y arrestar a ex comunistas, ex republicanos y ex monárquicos. Recibió la mencionada Cruz conjuntamente con otros 2514 hombres, en el transcurso de una celebración en masa realizada en la Plaza Regente Matyas (ex Plaza Lenin y anteriormente Plaza Rey Federico). Durante la década que siguió, el régimen terrorista del Regente Matyas se tornó mucho más liberal bajo la influencia de Europa Occidental. Tanto Vlastek como el mismo Regente, en compañía de unos cuantos centenares de miles de otros ciudadanos, se trocaron en paladines del liberalismo del siglo XIX. Vlastek no podía cruzarse con un judío en la calle, sin detenerse y estamparle un ósculo en cada mejilla. Pronunciaba ardientes discursos en favor de la libre expresión; exhortaba al pueblo a que dijese lo que pensaba abiertamente, y ayudaba a la policía, en su carácter de Informador, a detener a tos cuantos habían seguido su consejo y hablaron abiertamente cuanto pensaban.
 Una vez, una de sus víctimas lo golpeó en la Plaza Gladstone (ex Plaza Regente Matyas, anteriormente Plaza Lenin y más anteriormente Plaza Rey Federico), pero el asunto tuvo que ser silenciado, porque quien le había propinado los golpes era un Conde.
  Unos años después la vecina Alemania alcanzó su enorme poderío y el Nazismo se constituyó en el último grito de la moda política. Vlastek luchó valerosamente contra la Amenaza Roja y ayudó a detener judíos que después eran fusilados en la Plaza Hitler (ex todas esas cosas). Y Vlastek disparó no pocos de los proyectiles que dieron muerte a los judíos. Cuando la Amenaza Roja llegó a territorio de Servilia fue llamado a una Bendición Universal. Con la ayuda de algunos testigos, Vlastek consiguió probar que él había sido personalmente responsable de la muerte de diez miembros de la Resistencia y judíos. (Diez era el número mínimo que se aceptaba). Y así, fue designado  Instructor Ideológico del Partido. En sus horas libres ayudaba a la policía a detener a ex nazis (que no habían podido probar diez muertes en su haber), mas algunos nacionalistas, monárquicos, elementos de Matyas y liberales, como complemento.
 Por sus importantes servicios se le confirió el título de Distinguido Ciudadano de la Democracia del Pueblo. Se realizó una inspirada celebración en La Plaza del Líder (ex Hitler, ex Gladstone, ex Regente Matyas, ex Lenin, ex Rey Federico). Vlastek estaba rígido allí, bajo las banderas y estandartes, con 873 Codistinguidos Ciudadanos, alta la cabeza, mirando a los ojos al famoso héroe extranjero General Madiroff y pensando con enorme orgullo. “ Los países y las ideas perecen, pero yo sobreviviré”.


  Esto que acaban de leer si llegaron a hacerlo hasta acá, fue publicado en 1951 luego de varias pasadas por la radio de la BBC con el título “Campaña del sueño”. Me interesa observar la intencionalidad del autor en la aparente contradicción expresa de aquello con lo que Vlastek se sirvió para transformarse en hombre del Partido. No olvidemos que la resistencia y los judíos, eran enemigos o en su defecto, víctimas de los nazis y no supuestamente los adversarios de los nuevos detentores del poder.

viernes, 3 de mayo de 2013

Lecciones de política


  Mis padres contaban que de muy chiquito, tenía el hábito de robar los fondos de las tazas de café. Hablo de cuando cargaba con tres o cuatro años apenas. Contaban además, que una vez me bajé el fondo oscuro de un vasito creyendo que era café, pero mi sorpresa me sacó las ganas de volver a intentarlo. Me había tragado una medidita de fernet que mi padre tomó puro hasta que cuarenta años más tarde, le trajo de la mano a La Parca. La sorpresa duró poco (la del fernet) y a la próxima, ya andaba a las andadas otra vez.

  Pocas veces había café en las sobremesas de mi casa, solo estaba presente en las fiestas y en las reuniones familiares. El café puro, vaya uno a creer el motivo, era costumbre permitida para gente grande, sólo era posible llegar a él cuando la niñez nos abandonaba, algo parecido a los pantalones largos y a las llaves de la casa, poco importaba que el café se tomara igual obligado con la leche y mucho menos, que desde pequeños mezcláramos la soda con el vino. Épocas son épocas.

  La cuestión es que en cada reunión que había en mi casa, mi prima y yo, jugábamos debajo de la mesa del comedor mientras algunos adultos cambiaban ideas en la parte superior. Algunos adultos digo, porque mi padre, al que le solían sobrevolar mariposas sobre la cabeza como a aquel joven de los Años de La Soledad, se mantenía callado pensando quizás, en los cristales soñadores de Sturgeon o en las fundaciones de Asimov.

  Las conversaciones de esas reuniones sólo eran protagonizadas por hombres que ni siquiera estaban interesados en temas centrales de la actividad varonil como el fútbol por ejemplo. De negocios en esos tiempos poca gente hablaba y diría que estaba mal visto, hablar de dinero en algunos círculos era de muy mal gusto, por ese motivo, ellos sólo hablaban de política. Uno de mis tíos era comunista, naturalmente era el más rico de todos los que a la mesa se daban cita, otros lo habían sido antes del fin de la guerra mundial (comunistas aclaro) pero en esas fechas detestaban sus viejas adhesiones sobre todo, después de la experiencia stalinista. Otros, nunca pasaron de la instrucción política que ofrecía la revista del Selecciones del Rider’s Digest, de abierta tendencia pro norteamericana.

  De modo que mis primeras lecciones de intercambio político entraron más por la música que por la letra, esas lecciones cargaban deseos encontrados y prohibiciones confusas entre el café, el alcohol y los juegos debajo de la mesa con la hija de aquel tío comunista.

  En la mesa se discutía que si Fidel o que si Kennedy, si Frondizi o si la laica, si los rusos o los árabes y en cada tema, se armaba una pelotera de aquellas, que terminaba con golpes en la mesa, gritos desaforados y una terrible necesidad de reprimir encontrarse afuera para cagarse a las trompadas. Discutieran de lo que discutieran, el final a lo Grand-Guignol venía cantado, salvo claro está, cuando se hablaba de Perón y del peronismo, ahí estaban todos de acuerdo en considerarlo uno de los mayores flagelos que una sociedad puede atravesar y uno de los mas bajos lugares donde se pueda caer.

  También mis padres, en su afán de capacitarnos a mi hermano y a mí en los detalles de la vida social y de la política, se esforzaron por llevarnos a la peluquería de Don Eugenio. La excusa banal, consistía en que el peluquero nos subiera a una sillita para chicos, lo que desde el principio significaba una humillación para nosotros y que además, se dedicara a arrancar nuestros tiernos cabellos con una afeitadora manual desafilada que debo suponer, estaba destinada a que el instructivo llegara con la mejor calidad. No hay que olvidarse que la letra con sangre entra.

  En otras peluquerías de la calle Nazca por ejemplo, ya se había echado por tierra la sillita y la afeitadora manual. Los chicos eran sentados en los sillones de los adultos sobre un aparato que regulaba su altura y hacía tiempo que la electricidad resolvía mejor eso del corte a la media americana sin tirones. Pero insisto, de no haber transitado las sucesivas humillaciones y tironeos, quizás nada de lo que transcurrió en nuestra vida inteligente hubiera sido posible y en eso, mis padres fueron rigurosos.

  Don Eugenio había nacido en Italia y como tantos, salió escapando del hambre y de la guerra a pesar de que aún, defendía el fascismo con entusiasmo. Tenía un florido vocabulario que para los primeros tiempos apenas podía comprender. Mis padres eran muy cuidadosos en su hablar y don Eugenio también, solo que diferente. El cúmulo de palabras soeces de grueso calibre que escuché desde mi temprana edad en la boca del peluquero, alcanzó para que ya nada me sorprendiera en lo que a lenguaje se refiera de lo que me tocó vivir hasta ahora. En la peluquería siempre había otros hombres y no todos estaban para cortarse. No. Las peluquerías en esa época eran la sucursal del café para las clases populares. Los hombres llegaban de sus trabajos y rumbeaban hasta la peluquería para encontrarse con otros hombres. Una especie de club inglés, pero porteño y pobre.

  En la peluquería, además de política se hablaba de fútbol. Cuando se hablaba de fútbol, mi hermano y yo escuchábamos y nos sorprendíamos porque eso era una novedad para nosotros, pero cuando hablaban de política la sorpresa era mayor, porque lo que escuchábamos era bien diferente de aquello que se gritaba en la mesa del comedor de nuestro hogar y que hacía los honores de los duelos finales.

  Perón para la gente de la peluquería de Don Eugenio, era la única salida para la tierra donde habían decidido vivir y lo más probable morir. El hombre que vivía en Madrid aseguraban, algún día volvería y pondría las cosas en su orden.

  Mi infancia transcurrió entonces entre esos dos mundos de aparente contradicción en mi capacitación política. Se agregaron algunos libros que tempranamente se fueron mechando entre Verne y Stevenson. Mi madre en las librerías de viejo, conseguía de la colección Tor a autores internacionales como Víctor Hugo, Emilio Zolá, Howard Fast o de otras ediciones a los nuestros Álvaro Yunque, César Tiempo y a todos aquellos del grupo de los populares de Boedo. Mi padre, con su estilo perdido, compensaba con la suscripción de la Rider’s Digest, la Mecánica Popular y la de una revista italiana virulenta anticomunista dirigida a los trabajadores, de difusión gratuita, que suscribió un olvidado compañero de trabajo en algún recodo de su historia.  

  El idioma italiano se escuchaba para esa época en las calles y en las casas, no sólo Don Eugenio lo hablaba, sino que tantos vecinos y abuelos de amigos, al igual que tantos otras lenguas como el idish en mi familia, el gallego y las de otros que se rajaron de lugares más difíciles. El conocimiento político literario llegó entonces tempranamente y llenó la curiosidad de esas almas infantiles con tanto material ecléctico, a los que se sumaban las revistas Goles y El Gráfico de la peluquería de Don Eugenio y que terminaron de cerrar la claridad de mi alma inquieta infantil.

  Pero los años transcurrieron y de infante pasé a ser eso que ahora le dicen teen. Mis intereses eran bien otros, el dinenti, las figuritas y Mis ladrillos quedaron atrás, sin embargo, algo que sin saberlo había ocurrido debajo de la mesa del comedor con mi prima, ya sin control, se diseminaba por todo mi cuerpo. Cursaba el segundo año de la escuela secundaria y un perfume de mujer me llevó a eso que fue por mucho tiempo, el modo natural de vivir de muchos de mi generación. La militancia.

  Llegó la escena de la Higuera y El Ché, el mayo francés, Vietnam y el Cordobazo, llegaron las guitarreadas, el tango, el cigarrillo, la fe en mis sueños y también, una esperanza de amor de ese viejo cafetín de Buenos Aires. Llegaron las ollas populares, las marchas y las corridas, el miedo y ese relleno de tanta idea iluminada. Relleno de los pantalones ajustados de mis compañeras de marcha y de las otras chicas, aunque no compartieran las mismas ideas que nosotros. También había otros rellenos mas arriba de los pantalones que ocupaban mi mente y otras zonas que mejor no aclarar.

 Nos sentábamos a leer el material mimeografiado que exigía de muy buena vista y de mucha concentración para no distraerse con tanto Manifiesto, Notas para la ideología de la Revolución Cubana, Actuación Política y Doctrinaria para la Toma del Poder y de las instrucciones para un amor que la sangre joven pedía.

  Las nubes arreciaban, algunos advertían que la tormenta acechaba, pero cuando la vida es tan urgente, nada puede detener a un ser inmortal.

  Así las cosas, cuando creía que no había mas nada para aprender, el destino me enseñó todo lo que siempre falta saber.

  Y tal como esperaba Don Eugenio, un buen día el hombre volvió y como tantos, fuimos a recibirlo. Quiso el destino que me salvara de engrosar la lista de los mártires que pasaron a la historia en la lucha de los pueblos. Ya no me cortaba mi cabello el anciano peluquero, se había retirado y al tiempo murió. No encontré jamás peluquería como esa, supongo que los hombres que eran parte de ella como Don Eugenio, se retiraron o se murieron junto a la lengua y el sonido de aquellos inmigrantes.

  Mientras tanto, como anunciaban los agoreros, la tormenta se vino y nos dieron para que tengamos.
  Sin embargo, como nos tranquilizaban otros oráculos, siempre que llovió paró y el Sol otra vez salió y nos calentó. Otra vez las ilusiones regresaron, otra vez las calles se llenaron de almas inquietas y otra vez nos encontramos los argentinos con los juegos para armar.Claro que las ilusiones, ilusiones son y las realidades, a veces no se parecen a aquellas ilusiones que ya no se pueden aguantar. Queselevaasé, paciencia.

  Quizás sea eso nomás. Paciencia haga falta en estos momentos en que si me meto debajo de la mesa del comedor, es difícil que logre salir por mis propios medios. Bueno, tampoco es para tanto ché!

  Pero la pasión, por fortuna está intacta y si bien hace rato que conozco algunos detalles de eso que es vivir en sociedad, es cierto que me queda un largo camino por hacer y unas cuantas paradas para aprender.

  La esperanza del caminante es el camino para andar.

  Andar y seguir andando las lecciones de política  y de las otras y de yapa, seguir aprendiendo.