jueves, 5 de julio de 2012

La Cucaracha


GH caminó hasta el cuarto de servicio y se tumbó en la cama. Al cerrar la puerta del armario, sin que su voluntad tomara partido, una cucaracha quedó atrapada por la mitad de su cuerpo aplastado contra el marco. Un hecho cotidiano que no deja de producir sobresalto. Las miradas de esos dos seres se cruzaron y nunca más la vida fue lo de antes. Detrás, desde la ventana del cuarto de una criada de la Río de Janeiro de los sesenta, los tejados suburbanos, contrastaban con la playa arrogante de esa ciudad maravillosa, que inundaba los ojos de quien se atreviera desde el inmenso balcón de la sala. El viaje para esas dos criaturas ya no tuvo retorno posible.

  Gregorio Samsa una mañana, se encontró convertido en una cucaracha. A pesar del cambio, le acuciaba el modo de poder llegar en esas condiciones, a su lugar de trabajo a la hora habitual. Los temores, los deberes, los pudores del gran antihéroe checo, al igual que su transformación, no pertenecían sólo al universo de su imaginación frondosa, muy por el contrario, eran la radiografía de un sistema atroz del cual, él cargaba con su porción dolorosa. La tragedia de Gregorio dio la vuelta al mundo antes todavía, que ese mismo mundo se hiciera añicos.

  Un insecto asqueroso que viene de nuestras basuras, un personaje cotidiano e indefenso, fue el anfitrión que abrió la puerta para ir a jugar a algunos genios del arte de la lengua. Lispector y Kafka no están sólos, he visto más de treinta títulos que se ocupan de esos bichos oscuros y con autores de la talla de Mark Twain o de W. S. Burroughs además de los citados.

  Desde que cruzamos las barreras de nuestro hogar para entrar al jardín de infantes, difícil que la cucaracha no haya sido parte de nuestras vidas sobre todo, cuando deambulantes iniciales, todo nos llama la atención y nada nos resulta asqueroso. ¡Nene caca! Decían las madres de antes, los padres en aquella época ni pintaban. Ahora el asco no cambió a pesar de las otras costumbres.

  Al poco tiempo de pararnos sobre nuestras piernas, una musiquita pegadiza mejicana, nos contaba de una pobre cucaracha que no podía caminar. La perversión en la música para la gente menuda no siempre guarda las formas, soy de aquellos que nacieron antes de que María Elena Walsh salvara a buena parte de la humanidad, de modo que Mambrú, la Farolera y la famosa cucaracha, eran parte del aprendizaje de la condición humana que, tempranamente recibían nuestros abiertos corazones.
  Basta averiguar un poco, y vemos que la famosa cucaracha de la cancioncita, como ciertos ídolos populares, viene con origen bastardo.      

  Algunos aseguran que el padre del popular corrido es Don Pancho Villa, aquel líder de la famosa revolución,  que de tan grandote que era y tan cargado de armas y de guardaespaldas que venía, no tenía lugar para las piernas cuando viajaba arriba del oscuro Ford T con el que circuló, hasta que el destino le jugó el final cinematográfico de Bonnie and Clyde que le tocó hasta el último tiro. La cucaracha era una figura divertida para citar a un carromato negro con patas campesinas y fierros que salían por los costados. La marihuana por algún otro motivo, también quedó atrapada entre las patas de la cucaracha y el poder político de los mejicanos, por ese motivo, la cancioncita que inocentemente cantábamos a los cuatro años, ya nos hablaba de drogas y de sangre.

  Al poco tiempo de acabar la dictadura del Proceso, Castiñeira de Dios, pedía “Un país donde pueda ser yo”, Pino Solanas filmaba y los pibes cantaban, “sin sentirse cucaracha, ni bajarse la bombacha.” París era una fiesta, y Buenos Aires todavía lo era más, los chicos preguntaban.” ¿Qué país, será ese país?”, la pesadilla había terminado y eso era parte del conjuro. Por supuesto, también teníamos las tetas que tibiamente exponía una muy jovencita Gabriela Toscano y la esperanza que latía en algunos corazones.

  Algo tendrá entonces esa cucaracha que nos hace mover eso que tenemos debajo de los pelos y temblar aquello que guardamos entre las piernas. Dicen que el bichito en cuestión, es una de las especies más antiguas, eso nos quiere decir, que resistió huracanes, terremotos, tifones, desastres y crisis de todo color. Parece que se banca hasta una guerra nuclear, espero que a nadie se le ocurra probarlo, quizás sea por eso, que nos resulta imprescindible aplastarla con la zapatilla o con cuanto objeto posible se nos presente tan sólo, para probar que somos algo más fuertes.

¿Será por envidia? ¿Será porque nos trae nuestra mugre?. Será por lo que será, ese bicho veloz que no pica, que no hace ruido y que no nos roe ninguna de nuestras cajas fuertes, nos produce temor y asco al menos.
  Hagamos en honor a la cucaracha, un minuto de silencio por cada una que hemos matado y mataremos en lo que nos queda de vida y por todas aquellas que transitarán por el mundo, por los siglos de los siglos.

 Por fortuna tengo un regalo y aclaro, las tetas están, pero ojo no se hagan ilusiones.
Consejo: arranquen el el 1.26