martes, 22 de mayo de 2012

El último Elvis


   Un último viernes con unos amigos, retomamos la costumbre de ir al cine en el arranque del fin de semana. Digo retomamos, porque hacía mucho que habíamos dejado de hacerlo y digo un último viernes, porque no sé cuando terminaré publicando esto y pegaba con el título.
  Los motivos de la abstinencia eran varios, bastante correría en la semana invitaba apenas a un encuentro gastronómico y también, la poca sorpresa que nos propone el cine en los últimos tiempos dejaba poca voluntad para meterse en una sala. Por mi parte, soy de los que protestan cuando alguien habla o come en el cine o cuando, lo que aparece en la pantalla, no es más que el producto reiterado de una máquina de fabricar salchichas.
  Voy a hablar de cine tan sólo como excusa, no tengo autoridad, conocimiento ni conciencia para realizar una crítica, pero nada me desautoriza a hablar de lo que ví esa noche.
  Se trata de una película argentina, dirigida por un tal Armando Bó y producida por el Delfín superagente, padre de la criatura directora entre otros productores y méritos.
  Estos Armando y Víctor, llevan en la sangre, el amor y el coraje con que el abuelo y padre, salió a desafiar a su mundo pacato con toda la desfachatez y el valor que hace falta, para una misión tan difícil como la que se propuso. La obra de Don Armando Bó, el abuelo fallecido, es considerada hoy de culto kitch y otros honores injustamente tardíos. Contaba eso sí, con una actriz fetiche, la muy famosa Coca Sarli, que sabía solucionar con solvencia llamativa, en épocas recatadas en que siliconas no había, lo que hubiera que resolver. Lo que estaba en la pantalla, era todo de ella y lo demás, que era talento y riesgo, sobraba. Faltaba Strasberg, pero abundaba calentura.
  El último Elvis me pareció tan valiosa, que alguno de mis amigos que no la consideró tan buena, admitió que valía la pena, tan sólo por bendecir al cielo, que por fin una me había gustado.
  Pero no estoy aquí para agradecer a quienes me aguantan con tanto cariño, me encargo personalmente de hacerlo, como ellos a mí por soportarlos. Eso no es más que amor.
  Vayamos al film.
   Carlos es un hombre que un día se transformó en el Rey. Quiero decir que, en algún momento de su vida, decidió ser Elvis. A diferencia del verdadero, nuestro Elvis es pobre, trabaja en una metalúrgica para vivir, pero su pasión, es imitar a Presley y lo hace muy bien. Actúa en shows de fiestas sociales mediocres y clubes de barrio. Tiene una voz espléndida, menos potente que la del grande original, pero posee un calor que hace vibrar las fibras más finas del alma. Toca el piano y la guitarra con gusto y calidad, pero tanto talento, apenas sirve para rozar esos encuentros de tercera categoría, mal pagos, y sometido a una organización burocrática y atroz, que paga mal, tarde y de yapa, maltrata a aquellos que hacen del arte, su lugar en el mundo del como pueden en la vida.
   Nuestro Elvis entonces es un loser que transita por el suburbio surero bonaerense, en un desvencijado Ford Fairlane LTD, que le hace sonar la música a su V8 por los Siete Puentes de Lanús y que tiene una mujer y una hija con las que no convive. A la mujer la llama Priscilia y a la hija Lisa María, que es el nombre con la que los padres la anotaron. Carlos es Elvis, tanto lo es, que la vida de Carlos, es la vida de Elvis.
  Y aquí tenemos el milagro del film. Salimos del cine sabiendo que no hemos visto otra cosa que la vida del buen Elvis. Las salvedades, son el juego que este nuevo Armando nos regala.
  Como en toda obra grande, hay mucha tela para cortar y depende de la locura del que agarra la tijera. Sabemos que no es exclusivo mérito de la obra de lo que de ella se saca, por ese motivo yo, que de sastre tengo poco, es posible que no le saque todo el partido que se merece. Mejor, así habrá lugar para que otro siga con la posta.
  Carlos vive una vida aparentemente sórdida. Está casi todo el tiempo sólo, la mujer lo desprecia, la hija apenas si logra atravesar la barrera de su ostracismo, no tiene intimidad con otros. Es respetado donde se lo encuentre y todos lo llaman por su nombre que por supuesto, no es otro que el de Elvis. Salvo la mujer, que no lo tolera y maldice cada vez que puede el día en que lo conoció.
  En lo personal, soy de los que han escuchado a Presley y lo escucho hoy. Me gusta su música  y me he dedicado a curiosear sobre su vida, como la de otros que me llamaron la atención. A medida que pasaba el film, tenía cada vez más la certeza de que la vida de nuestro Elvis en el Cono Sur, es idéntica a la de aquel hombre que cambió la música popular para siempre. Y no es porque se lo hayan propuesto, es lo que les tocó y lo que los dos supieron desde siempre. Me atrevo a sugerir, que los espacios donde Presley vivía, en lo íntimo de su vida cotidiana y de su alma, no eran muy diferentes a aquellos en que nuestro Elvis transita por el film. La sordidez está por dentro. Tal como ocurre con el nuestro, la vida para Elvis Presley, sólo tenía sentido, cuando cantaba arriba del escenario.
  Supongo que no es muy original para quien es ovacionado por miles o por millones. Lo llamativo por decir algo, es que el de los Siete Puentes, apenas es aplaudido por un par de centenas.
  Lo sabroso es, que nuestro Elvis está conforme con lo que le toca. Él sabe que tiene un don y que eso no es sencillo de llevar. Se lo declara a su hija en algún momento. Sabe que es un elegido y que siempre estará vigente, como debía ocurrir con aquel que murió hace tanto.
  La película avanza con la picardía suficiente para que nos metamos en la aventura de sospechar, que la fantasía y la realidad, son territorios confusos, que la locura y la cordura, cargan con una zona gris donde pocos se atreven.
  El argumento es valioso y no lo voy a relatar, no tiene sentido que lo haga para el que ya la vió y menos para el que todavía merece hacerlo, pero voy a citar algunos detalles para el cierre.
  Salvo en contadas situaciones, las locaciones son sombrías, tanto en la vida cotidiana de Elvis, como en los shows. Sin embargo, hasta en el cementerio de heladeras contiguo al lugar donde trabaja nuestro héroe, las escenas no son opresivas, él está siempre en su lugar, aún con la cólera que le produce lo sorpresivo. Pasa por la vida con una sola certeza y es, que él es el elegido. Esa es su locura. Está presente también, la locura del verdadero Elvis en un trasfondo, la de la mujer del de acá y la de muchos otros, esos que viven las vidas de Freddie Mercury, la de Charly García o la de John Lennon y que como él, los significan y los aceptan.
  Esto nos dice que hay un mundo que entiende que la realidad es otra, esa que nosotros suponemos es para ellos de otra dimensión, como lo es, la de nuestro protagonista para nosotros. Hay una diferencia, él sabe que está en un mundo absurdo que no juzga y sabe además, que es el elegido. La diferencia no es sutil. Él no juzga y éste es el objeto de éste artículo, lo que viene después, es de yapa.
 Ellos son otros, son distintos y son raros. Están un poco locos y algo de lo que nos muestran, suele ser peligroso también. Nuestro héroe está atrapado en su locura, nuestro héroe es también un hombre libre.
  La libertad y la prisión participan de zonas figuradas, tan abiertas y tan oscuras, como la realidad y la fantasía.
  Y tiene un precio.
  Entre el Cadillac que manejaba el Rey y el Fairlane que maneja el nuestro, entre los Siete Puentes donde pasa el Fairlane y aquel que cubre la bahía de Oakland del Graduado con que juega el film, hay espacios difíciles de medir.
¿Realidad y fantasía es el debate?
   Sigamos con el cine:  ¿Se acuerdan de Matrix?
  Ya que cargaron con la molestia de llegar hasta acá, les propongo hacer clic y disfrutar de estos regalos. Ojo, hay que ver los dos, si no, es trampa.



domingo, 13 de mayo de 2012

Bartolo


Bartolo apareció en mi casa de la calle César Díaz,
cuando el que lo dibujaba y yo,
éramos dos chicos que corríamos detrás de aquello que te hace grande.
Corríamos detrás del perfume de mujer y no voy a decir más nada.
Él ya era grande y yo, con pocos años menos,
era un chico de veinte.
Bartolo traía el empedrado que se estaba poniendo escaso,
en aquella ilusión que nos tocaba de caminantes.

Manejaba un tranvía y eso era algo que ya no existía en la ciudad que los dos amábamos.
Pero él, con su magia, nos traía el tranvía y el empedrado,
tenía apenas veintitrés y era un hombre y yo,
con veinte tan sólo,
recordaba las piernas que colgaban de mi madre,
de chiquita que era nomás,
entre el entramado de la madera de los asientos del tranguay
y un piso,
que ya no me acuerdo de qué era.

Mi madre cocinaba el estofado del domingo,
el aroma del tomate la carne y el perejil me despertaban.
Y Bartolo estaba ahí,
con su tranvía cortito para un sólo hombre
y algo parecido a un pájaro que vino después,
y se comió la vida de todos.
Como el asfalto.

Mi padre arreglaba el auto en la calle de una escena dominguera.
No estaba sólo,
Estaba con el vecino que el albur,
le puso Domingo como nombre.
Tenía un Chevrolet y de Pessoa no sabía nada,
pero el Bartolo, desde cada ventana del tranvía,
saludaba a cada uno que pasaba,
por los barrios porteños de arcabuz y de trole.

Ese negro se carga,
a la larga lista de los negros que tenemos.
Un negro salteño.
Un negro porteño.
Bartolo llegaba los Domingos,
el Negro entendió que tenía demasiado,
Lo pasó a cuarteles de invierno,
El Negro cuidó a Bartolo y hoy le pido,
al motorman de las dos manijas,
Que donde esté, lo cuide al Negro,
Porque yo, que soy el Bum, le pido,
que con la ruedita chiquita del trole,
siga con lo suyo,
por el empedrado,
por el aroma de los tomates y del perejil,
Y por el trole.

El Bum ( el hincha de Camerún)

jueves, 10 de mayo de 2012

Cuestiones con esa Petrolera

Algunas noches atrás, en una mesa bien dispuesta, me encontré con el acertijo de la nacionalización de la antigua petrolera estatal. Los que participábamos de la polémica, contábamos con información escasa y desborde de pasiones como es habitual en estos casos. Dentro de mi entorno, hay décadas cargadas de certezas de vivir destinados a escribir las letras de la historia, para descubrir algo tarde, que era cierto eso de que la letra con sangre entra. Para los que pudimos contarlo, esa aventura nos dejó un sabor amargo, será por eso, que en el calor de la charla, había algún aroma dulzón.

El anfitrión, hombre cargado de años de dolor y de deseo, cerró la cuestión esa de la petrolera, desafiándome a que escribiera sobre el tema y yo, que siempre he tenido un corazón cobarde, le contesté que no contaba con la información suficiente y que no me resultaba tentador pasar luego, por la experiencia de arrepentirme de aquello que quedó estampado en el lacre de la historia.
Por fortuna, la vida me otorgó algunas suertes que agradezco. La mujer que acompaña mis días de aventura, de placer y de otros menesteres, me propuso que recogiera el guante y uno, que es una alma sensible y comprometida con el amor, aceptó el reto, de modo, que aunque luego reciba las reprimendas del pecado imposible de negar, acá voy, haciendo lo que un hombre de ley debe hacer.

Frente al dilema planteado, se me aparecieron los dos viejos maestros. Hablo nuevamente de esos dos atorrantes que son, Serrat y Sabina.

El hijo de Ángeles y de Joseph que para quienes no conocemos el catalán, nos suena a Yuyep, de profesión cantautor, le pregunta al hombre de Jaén, al que los olivos poco le importaron:

- ¿Y dime Joaquín, tú qué opinas de eso de la petrolera?

El andalúz se contorsiona como un Puck y con el rostro cargado de morisquetas contesta:

- Depende- dice con su voz cargada de eso que algunos entendemos que es picardía.

El auditorio del Luna Park ríe nervioso, algo le toca por dentro, esos que están ahí parados jugando con algo tan delicado de sus interiores, son los dos grandes aliados de los pliegues de sus almas, algunos han pagado una pequeña fortuna para ir a verlos, entendiendo el espesor con que cargan sus bolsillos. Ellos, como los dos caballeros españoles que son, se saben obligados a blanquear su dilema.

-¿Depende de qué?- acosa el catalán, natural de Barcelona, vecino de Campodrón, Girona.

- Depende de donde esté cantando- contesta el seguidor de la Señora Magdalena.

Antes de que nadie se ponga en guardia, llega con el cross:

- Depende- repite- si es que estoy cantando en Madrid o en Buenos Aires.

La risa ahora es frágil y franca, ahora está todo bien, estamos entre gente amiga y confiable. Serrat remata con la cita de Groucho.

- Éste es un hombre de principios - dice.

- Si no les gustan esos, tenemos otros- remata.

Se lanzan con “Entre esos tipos y yo hay algo personal”, canción con la que el catalán, hace mucho tiempo, declaró al mundo sus principios y opinión, respecto de algunos fulanos bastante comunes de la economía y de la política, con escrúpulos de dudosa calidad.

La sabiduría es un bien escaso, de modo que cuando uno se acerca a algo parecido al saber, no puede menos que agradecer la oportunidad de haberlo vivido.

De modo que, si todavía les queda grasa en la guantera y un alma que perder, pueden recurrir a la Magdalena, les haya tocado en esta vida, nacer hombre o mujer, no se olviden, que detrás de una gasolinera a veces, espera el pecado. También pueden, aceptar el desafío de transitar los laberintos de aquella noche, donde el tuco y el pesto junto a un buen Malbeck, ofrecieron el marco de esta tragedia, que de prohibido tiene poco, pero que de pecado, vaya si lo hay. Se levanta el telón en este preciso momento.

Y aquí vamos:

La reunión obedecía a un encuentro que se había aplazado por años. No digo años sino mas bien que décadas, por ese motivo, los temas de la cotidianeidad tuvieron que esperar hasta agotada la puesta al día de cuestiones de la vida de los protagonistas y de algunos aledaños. Eso hizo que la carga que lleva el alho y el oleo junto al Malbeck, se hiciera cargo de la voluntad de aquellos que estaban presentes, para abordar un tema al que apenas los rozaba más que por padecerlo.

Presentado el tema petrolero en la rueda del intercambio, la charla no ofrecía un trato original, ya que primaba la carga de afecto que por tanto tiempo hubo que esperar. Las posiciones eran relativamente clásicas y bastante cercanas a lo que se escucha o se lee. Alguna crítica al modo en que fue realizada la estatización ( bastante amable de acuerdo al auditorio de esa noche), algún cuestionamiento a aquel gobierno que decidió su privatizacíón en su momento y también, algún apoyo incondicional al hecho. Los debates, obedecían a cuestiones de forma y sustancialmente algunos de fondo, con alguna crítica de base al capitalismo vigente, lo que colocaba la conversación en un lugar para estas épocas, sin retorno.

Mi aporte desde un punto diferente, llevó el tema a un sitio similar. Es posible que, por ese motivo, el anfitrión, de modo elegante, me invitó a que realizara esto que estoy haciendo y que quien haya llegado hasta este momento, está desandando. De éste modo, logró desatar la madeja que se estaba anudando y que prometía acogotar lo que quedaba de la noche.

Para muchos, el escepticismo lleva una carga en los momentos que corren, por ese motivo, la escena de los dos grandes maestros del Luna Park, lleva la paradoja del dolor, de la resignación y de la ironía, para otros, la teatralidad fuera de los escenarios protagonizados por artistas, sigue teniendo influencia y es por eso, que algunos improvisados que se dedican a otras actividades mediáticas, hacen uso y abuso de ese juego.

Hasta aquí no son más que palabras para escaparle al bulto, ya que no puedo opinar sobre los detalles que llevaron a esa decisión gubernamental, porque la información que recibimos es confusa y claramente intencionada, de modo que tomar partido en estos casos con datos tan poco certeros, puede llevarme a un resultado tan confuso como las noticias que se leen y que se escuchan, pero sí puedo aventurarme a atar cabos de lo que hemos recibido y aventurar sobre los resultados que se observan. De modo que no tengo elementos suficientes para trabajar sobre las causas, pero puedo abordar con justo derecho, sobre los efectos, habitual modo que uso para el trabajo de los mitos en las organizaciones.

Admito entonces las siguientes hipótesis:

1. El andamiaje legal para que el Estado haya tomado la decisión de la intervención desde el poder ejecutivo y luego por referendo, la estatización desde el legislativo, es sustentable. Esto quiere decir, que para el derecho internacional, son admisibles las acciones que se proponen, aunque la mitad de la biblioteca tire para un lado y la otra para el otro, pero con poderes a lo sumo equilibrados.
2. YPF era una empresa privada con accionistas, directorio y un acuerdo vigente con el Estado Argentino. La materia prima de la explotación es propiedad de los Estados Provinciales y de alguna forma, de la Nación. Eso no la diferencia de otras, como la
Exxon, Petrobrás, Shell o Total. Quizás, podemos suponer que el tamaño de los negocios de YPF es mayor que el de otras, pero no me consta ni me resulta trascendente.
3. Nuestro país, en la gestión del presidente Kirchner, fundó una empresa de petróleo llamada ENARSA que podría haber reemplazado a YPF.
4. El matrimonio gobernante, ya ha realizado expropiaciones, primero el correo a un grupo local de propiedad del actual jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y luego, siguió con la empresa de aguas y con la aerolínea de bandera.
5. Voces responsables del gobierno, declararon oportunamente, que no tenían planes de realizar la nacionalización de la antigua petrolera estatal. Debo aclarar que éste no es un punto menor en los oídos de un inversor privado, ya que cuando un agente del gobierno menciona un tema, sabe sonar a amenaza, se pone sobre el tapete alguna intención sea ésta controlada o no.
6. La empresa YPF no cumplió con los acuerdos desde los ojos del comitente estado argentino. El comitente además, tiene modo de demostrar ese incumplimiento a figuras imparciales del ámbito internacional.
7. Hay una curiosidad que sale a la luz en este momento y solo la menciono. Hay un socio privado argentino que ingresa al negocio sin aporte alguno. Ese aporte sería realizado con su parte en las ganancias futuras. Éste tipo de operaciones son raras, pero ocurren cuando ese socio que ingresa, tiene una oferta tentadora para los tenedores de las acciones vigentes. No creo que haya sido el caso, pero hubiera sido razonable para dar un ejemplo, que Apple hubiera incorporado a Steve Jobs por esa modalidad en su segunda vuelta. La pregunta que nos surge por ser ingenuos quizás es ¿ Cuál era la oferta del grupo Petersen?, pero ese es un tema de los inversores privados que también son parte de esta pequeña representación de nuestra tragedia que se está representando.
8. El grupo Repsol, pertenece a diversas empresas españolas que trabajan con el estado español. En el momento de la privatización de la petrolera, como luego en la crisis del 2001, muchos funcionarios del gobierno español se llegaron hasta nuestras costas para apoyar a los inversores privados de su país.
9. España vive hoy uno de sus peores momentos económicos que se haya tenido registro desde la guerra civil, analizando la caída y no, el estado estacionario. Gobierna un partido de abierto tono opositor al que gobierna la Argentina.
10. Difícil que los involucrados lo tengan en cuenta, pero acá no puedo evitarlo, estamos transitando el tiempo de una posible crisis de destrucción creativa declarada por Schumpeter en la primera mitad del siglo pasado. ( ver destrucción creativa en el blog más atrás)
11. El partido del gobierno, ha declarado desde su discurso y desde su iconografía, la carga a las adhesiones románticas que nutrieron el esquema ideológico de su líder y del otro partido popular que fundó la compañía. Esto habla del peso sensible que resuena en la sociedad, que no olvidemos, es el mercado o si quieren, el público al que se deben.

Los personajes y los escenarios están presentados, pido disculpas por si alguno ha quedado en el medio del camino, ya que estoy un poco grande y no siempre puedo cumplir con todos. Se lanza la obra:

El gobierno parece tomar una decisión impetuosa. Interviene una compañía privada y lanza la propuesta de la estatización al congreso, toma por sorpresa supuestamente a los involucrados, los propietarios privados españoles y a todo el arco opositor.
Salidos todos de la sorpresa, se abre el espacio de las declaraciones. El arco opositor balbucea alguna crítica por el modo desprolijo si se quiere en que se realizó la operación, pero quedó atrapado a apoyarla masivamente.
Los ejecutivos de Repsol y los representantes del estado español, salieron a criticar con los tapones de punta, consiguieron adhesiones de sus aliados europeos y reprimendas de los Estados Unidos, que como ocurre desde la quinta enmienda, vé con muy malos ojos cualquier avasallamiento a la propiedad.
El show crece en el climax hasta ocupar un estadio de fútbol donde la Señora Presidenta, hace su discurso acompañada por las bandas militantes, sus estandartes partidarios y sus cánticos alusivos al recupero de aquello que nunca debió de haber sido entregado.

En gustos no hay nada escrito solía decir mi padre, hay quienes disfrutan del show y otros que se aburren, pero a la luz de los resultados, parece que la banda de los primeros, es bastante más numerosa que la de los otros. Golpe a la cocina efectuado por los muchachos del gobierno, la oposición afloja las piernas y esta vez, ni siquiera les queda aire para el clinch.

Por lo demás, vale la pena evaluar algunas situaciones sabrosas.
Desde el mundo empresario, es curioso lo que se recibe, ya que YPF, era una empresa privada, con accionistas y un directorio que realizó un acuerdo con un cliente interno que es el Estado Argentino. De alguna forma, ese cliente interno era un asociado, ya que la materia prima con la que se trabajaba era de propiedad de los Estados Provinciales y de algún modo, de la Nación. Eso no la diferencia de otras contratistas, como la Exxon, Petrobrás, Shell y Total entre muchas. No veo sencillo que, por ejemplo, la Nación Argentina, decida expropiar la sede argentina de alguna de esas empresas, como sí se hizo en otros países donde una revolución popular triunfó. Creo que si alguna de esas empresas, dejara de cumplir con sus obligaciones con su cliente interno Nación Argentina, a lo sumo, podrá recibir alguna sanción y el comitente, haría cumplir su justo derecho de quitar la concesión de las áreas. Para eso existen los acuerdos, los pliegos y los contratos.
Es poco entendible, que si una empresa no cumple con sus contratos, no baste con darlos por caducos y reemplazarlo por otras, incluso por la nacional ENARGSA, si la intención es que el Estado participe del negocio de los hidrocarburos. Parece poco razonable a esta altura, realizar una operación forzada entre un estado soberano y una empresa privada, a veinte años de la caída del muro.
Por otra parte, era evidente que venía deteriorándose la relación con su comitente, por lo que para la dirección ejecutiva de YPF, era razonable dejar de seguir invirtiendo y de incrementar el retorno de dividendos, porque el riesgo del negocio se incrementaba cada día. Hasta parece una buena decisión, bajar el nivel de exposición, hasta tanto el comitente se defina positivamente por el negocio. Es evidente, que la visión de los ejecutivos de Repsol estuvo acertada, ya que el precio a cobrar por esta venta compulsiva, es difícil que pueda ser defendido en esta nueva situación de poder, aún admitiendo buena fe de los responsables de las partes.
Pero lo curioso de esta historia de ahora, es el comportamiento del gobierno español, ya que el modo en que encaró el tema el argentino podría ser esperable, no olvidemos que esta escena de la expropiación había ocurrido con Aguas Argentinas y la francesa Suez y con Aerolíneas Argentinas con la también española Marsans, y en ambos casos, los gobiernos de esos países, no necesitaron solicitar represalias a sus aliados, ni tampoco ellos mismos la encararon.

Para quienes alguna vez hemos sido sensibles a estos espectáculos, pero que la experiencia de la vida, nos ha teñido de cierto escepticismo, lejos de abrazar esas pasiones, nos asaltan otros sentimientos que no son de gran adhesión a este modo de llevar adelante los recursos de los que trabajamos día a día, hablo de aquello que ocupa nuestros bolsillos.

“El humor es la gentileza de la desesperación”, nos regaló alguna vez Don Oscar Wilde, otros, entre ellos el ya citado Groucho, nos han obsequiado bastante de eso. Sin ellos, la vida sería un poco más dura. Quisiera tenerlo hoy al gran Tato, supongo que sería material para sus monólogos. Bueno, hay que admitir que nunca le faltó material, las muchachadas gobernantes siempre le dieron de sobra. Como vemos, Wilde nos regaló la gentileza. Pagó caro por su saber y su arrogancia. No fue el único.

Hoy estamos nuevamente frente a esta representación de la tragedia que nos mantiene despiertos hasta algunas horas de la madrugada. Para aquellos que no pasaron sus horas ocupados en desentrañar los laberintos del comportamiento humano, esto quizás no sea más que una anécdota
cargada de color, para mí por lo menos, me recuerda aquello que usamos en la actividad empresaria casi cotidianamente.

Equivocarse decimos, es razonable, porque cuando uno hace, el riesgo existe. Cuando el error se repite una y otra vez, el error es un síntoma a trabajar.
A llenar el tanque entonces y recordemos al maestro, brindemos con vermú y con papa frita.