domingo, 13 de mayo de 2012

Bartolo


Bartolo apareció en mi casa de la calle César Díaz,
cuando el que lo dibujaba y yo,
éramos dos chicos que corríamos detrás de aquello que te hace grande.
Corríamos detrás del perfume de mujer y no voy a decir más nada.
Él ya era grande y yo, con pocos años menos,
era un chico de veinte.
Bartolo traía el empedrado que se estaba poniendo escaso,
en aquella ilusión que nos tocaba de caminantes.

Manejaba un tranvía y eso era algo que ya no existía en la ciudad que los dos amábamos.
Pero él, con su magia, nos traía el tranvía y el empedrado,
tenía apenas veintitrés y era un hombre y yo,
con veinte tan sólo,
recordaba las piernas que colgaban de mi madre,
de chiquita que era nomás,
entre el entramado de la madera de los asientos del tranguay
y un piso,
que ya no me acuerdo de qué era.

Mi madre cocinaba el estofado del domingo,
el aroma del tomate la carne y el perejil me despertaban.
Y Bartolo estaba ahí,
con su tranvía cortito para un sólo hombre
y algo parecido a un pájaro que vino después,
y se comió la vida de todos.
Como el asfalto.

Mi padre arreglaba el auto en la calle de una escena dominguera.
No estaba sólo,
Estaba con el vecino que el albur,
le puso Domingo como nombre.
Tenía un Chevrolet y de Pessoa no sabía nada,
pero el Bartolo, desde cada ventana del tranvía,
saludaba a cada uno que pasaba,
por los barrios porteños de arcabuz y de trole.

Ese negro se carga,
a la larga lista de los negros que tenemos.
Un negro salteño.
Un negro porteño.
Bartolo llegaba los Domingos,
el Negro entendió que tenía demasiado,
Lo pasó a cuarteles de invierno,
El Negro cuidó a Bartolo y hoy le pido,
al motorman de las dos manijas,
Que donde esté, lo cuide al Negro,
Porque yo, que soy el Bum, le pido,
que con la ruedita chiquita del trole,
siga con lo suyo,
por el empedrado,
por el aroma de los tomates y del perejil,
Y por el trole.

El Bum ( el hincha de Camerún)

1 comentario: