sábado, 2 de julio de 2016

Barbudos, las ideas no se matan.


Los romanos llamaban bárbaros, a aquellos que no habían tenido la buena fortuna, de haber nacido entre los privilegiados lactantes de la Gran Loba. La expresión entonces, estaba dirigida a los extranjeros con un dejo de distancia y también de desprecio. Aquellos que no pertenecían al pueblo elegido, entonces no estaban a la altura de los detentores del imperio.

Como todo aquello que pasa por el tamiz de los tiempos, la expresión siguió su curso, pero  poco cambió la intención de su sustrato. De modo que bárbaro en estos días, es aquel que no lleva consigo las reglas de la urbanidad y de las mejores costumbres.
Nuestro ilustre Gran Maestro Padre del Aula, la ha usado hasta el hartazgo en la puja de conceptos entre civilización y barbarie. A tal punto lo hizo, que es conocida aquella frase que dejó escrita a la hora de pasar a su primer exilio, en el tránsito de su eterna lucha contra los federales y Rosas.

“Bárbaros, las ideas no se matan.”

No puedo dar certeza de lo que sigue, ya que no he encontrado aquello que asegure lo que mi memoria trae. Apenas encontré una tapa alusiva a Fidel Castro, pero recuerdo que en los años dorados de la década de los sesenta, uno de los grandes historietistas de nuestro suelo, parafraseó al gran maestro con la ironía del título, recordando aquella frase que tanto las maestras sarmientinas nos perforaron sobre nuestras tiernas cabezas infantiles. Hablo del gran Juan Carlos Colombres (Landrú) y de su fabulosa revista Tía Vicenta.


Recordemos que para esos tiempos, la revolución cubana inundaba el espíritu de los corazones bien intencionados y aquellos que no compartían los pensamientos iluminados por el sol oriental, pero que entendían que las fuerzas oscuras de las ginetas no eran mejores, poco tenían para competir frente a esas almas rebeldes pilosas. Para colmo, la verba de Fidel Castro y la pinta del Che Guevara, eran poco posibles de ser opacadas. La guerra de Vietnam, los hippies, la psicodelia, las minifaldas y la maravillosa pastilla anticonceptiva, cerraban el círculo de la ilusión de la libertad y la rebeldía.
Sin embargo, el hombre de la revista de la Tía Vicenta, sabía aprovechar eso que Wilde nos ha regalado alguna vez y que si bien repito cada vez que puedo, no deja de maravillarme. Pido las disculpas del caso a quien le moleste la reiteración.

“ El humor es la gentileza de la desesperación “

Todo este preámbulo, está destinado a distinguir aquellas expresiones que distancian a quienes las emiten.
En el caso de los romanos o de Sarmiento, necesitaban dejar sentada la distancia con aquellos con quienes disentían y el dejo de desprecio a lo sumo, guardaba cierta elegancia algunas veces.
En el caso del ilustre maestro, no dejaba mucho para el debate, ya que consideraba que lo único que tenían de humanos esos bárbaros, era su sangre.

Siempre nos resulta sencillo asociar la paja en el ojo ajeno y echar una mirada al mundo que nos rodea.
Hoy la Rubia Albión, se ha metido en un corset de distanciamiento con el gran continente, que veremos en qué termina. Los vascos y catalanes, miran con desdén la modorra del resto de la península. Los escoceses están reevaluando la pertenencia con el Reino Unido, los irlandeses nunca se han sentido cómodos y la rueda sigue girando.
La tierra de la libertad, fraternidad y hermandad, se quiere sacar de encima a los musulmanes y conocemos de cerca, el modo en que los arios alemanes han tratado a judíos, gitanos y otras especies no hace tanto. Y no nos adentremos en el oriente medio que seguro que no volvemos enteros.

Sin embargo, en casa no somos muy diferentes. La distancia entre el que predica y aquellos a los que pretende despreciar, no siempre es sencillo de identificar, pero quizás una escucha atenta pueda ayudarnos. Y no necesitamos llegar hasta los complejos laberintos de las opiniones románticas o nacionalistas y menos todavía en la política vernácula de la huerta de las "radichetas", del húmedo clima de los "gorilas" y menos todavía si la "peruca" se nos corre un poco, como alguna vez nos advirtió el Gran Tato Bores.

Cuando se escurre la expresión neoliberal o populista por ejemplo, rápidamente se me aparece la necesidad de marcar la cancha de quien lo emite.
Difícilmente alguien con ideas cercanas al control dirigido de activos públicos en los estados de bienestar, se autodefina como populista. Del mismo modo, quien se acerque a las ideas del libre mercado de Smith o Friedman, es poco probable que se identifique con el mote de neoliberal.
Quienes emiten esas expresiones por lo tanto, pretenden definir el sitio desde donde están situados, entre las márgenes del río del pensamiento y hacen saber, que nadie les va a hacer torcer el brazo o a lo sumo, se someterán o pretenderán hacer lo mismo con los otros.

Tamaña situación, no hace otra cosa que producir un efecto reactivo en quienes habitan las otras orillas, garantizando de esa forma, un diálogo de sordos. La prédica entonces, está solo orientada al estrecho espacio de quienes piensan parecido y la diferenciación, tan sólo pretende brillar, para competir con aquellos que opinan lo mismo o a lo sumo, para cooptar aquellas almas que aún no han tomado decisión alguna.

Ese modo habitual, que nos tiene acostumbrado el rejunte de seres que suman nuestra sociedad, cuando el moderador sabe orillar los senderos de la ironía, permite que tamaña soledad entre los que discuten, nos resulte menos dolorosa y del mismo modo que el gran Landrú, nos corre del borde del precipicio y nos deja respirar de nuevo.
Uno de los programas de TV dedicado a estas cuestiones, nos ubica de este modo y la frontera entre la sátira y la tragedia, se siente tan estrecha, que nos deja vivir algo más tranquilos un día más.
Lo curioso también es el nombre que creativos y productores eligieron para el programa. Decidieron bautizarlo “Intratables”.

Quizás una experiencia dilatada en estos territorios del pensamiento, permita que podamos encontrar la mirada del otro. No es fácil, pero les recuerdo que los motes diferenciadores, es habitual que sean puestos para humillar a quienes se señalan, recordándoles situaciones de dolor. Sin embargo, la condición humana nos regala su parte positiva y esos motes, terminan algunas veces, proponiendo una identificación de orgullo. Quiero recordar a quienes llegaron hasta estas líneas, el orgullo por autoproclamarse que llevan los bosteros, gallinas y cuervos entre otros y si alguno recuerda el origen de esos nombres, es fácil comprender el modo en que el orgullo y el desdén de los otros, asoma por encima de la tragedia o a lo sumo de la humillación.

La construcción de un horno de revenido se hace con los restos de cada día. Cada pedazo que suma, ayuda a compartir con el otro que piensa distinto. El humor es capaz de mostrar al rey desnudo, así sea que tenga todo el poder, o toda la barba.

PD: Si quiere ahondar sobre el horno de revenido, basta leer unos trabajos anteriores o hacer click en lo que sigue