GH caminó hasta el cuarto de servicio y
se tumbó en la cama. Al cerrar la puerta del armario, sin que su voluntad
tomara partido, una cucaracha quedó atrapada por la mitad de su cuerpo
aplastado contra el marco. Un hecho cotidiano que no deja de producir
sobresalto. Las miradas de esos dos seres se cruzaron y nunca más la vida fue
lo de antes. Detrás, desde la ventana del cuarto de una criada de la Río de
Janeiro de los sesenta, los tejados suburbanos, contrastaban con la playa
arrogante de esa ciudad maravillosa, que inundaba los ojos de quien se
atreviera desde el inmenso balcón de la sala. El viaje para esas dos criaturas
ya no tuvo retorno posible.
Gregorio Samsa una mañana, se encontró convertido en una cucaracha. A
pesar del cambio, le acuciaba el modo de poder llegar en esas condiciones, a su
lugar de trabajo a la hora habitual. Los temores, los deberes, los pudores del
gran antihéroe checo, al igual que su transformación, no pertenecían sólo al
universo de su imaginación frondosa, muy por el contrario, eran la radiografía
de un sistema atroz del cual, él cargaba con su porción dolorosa. La tragedia
de Gregorio dio la vuelta al mundo antes todavía, que ese mismo mundo se
hiciera añicos.
Un insecto asqueroso que viene de nuestras basuras, un personaje
cotidiano e indefenso, fue el anfitrión que abrió la puerta para ir a jugar a
algunos genios del arte de la lengua. Lispector y Kafka no están sólos, he
visto más de treinta títulos que se ocupan de esos bichos oscuros y con autores
de la talla de Mark Twain o de W. S. Burroughs además de los citados.
Desde que cruzamos las barreras de nuestro hogar para entrar al jardín
de infantes, difícil que la cucaracha no haya sido parte de nuestras vidas
sobre todo, cuando deambulantes iniciales, todo nos llama la atención y nada
nos resulta asqueroso. ¡Nene caca! Decían las madres de antes, los padres en
aquella época ni pintaban. Ahora el asco no cambió a pesar de las otras
costumbres.
Al poco tiempo de pararnos sobre nuestras piernas, una musiquita
pegadiza mejicana, nos contaba de una pobre cucaracha que no podía caminar. La
perversión en la música para la gente menuda no siempre guarda las formas, soy
de aquellos que nacieron antes de que María Elena Walsh salvara a buena parte
de la humanidad, de modo que Mambrú, la Farolera y la famosa cucaracha, eran
parte del aprendizaje de la condición humana que, tempranamente recibían
nuestros abiertos corazones.
Basta averiguar un poco, y vemos que la famosa cucaracha de la
cancioncita, como ciertos ídolos populares, viene con origen bastardo.
Algunos aseguran que el padre del popular corrido es Don Pancho Villa,
aquel líder de la famosa revolución, que
de tan grandote que era y tan cargado de armas y de guardaespaldas que venía,
no tenía lugar para las piernas cuando viajaba arriba del oscuro Ford T con el
que circuló, hasta que el destino le jugó el final cinematográfico de Bonnie
and Clyde que le tocó hasta el último tiro. La cucaracha era una figura
divertida para citar a un carromato negro con patas campesinas y fierros que
salían por los costados. La marihuana por algún otro motivo, también quedó
atrapada entre las patas de la cucaracha y el poder político de los mejicanos,
por ese motivo, la cancioncita que inocentemente cantábamos a los cuatro años,
ya nos hablaba de drogas y de sangre.
Al poco tiempo de acabar la dictadura del Proceso, Castiñeira de Dios,
pedía “Un país donde pueda ser yo”, Pino Solanas filmaba y los pibes cantaban,
“sin sentirse cucaracha, ni bajarse la bombacha.” París era una fiesta, y
Buenos Aires todavía lo era más, los chicos preguntaban.” ¿Qué país, será ese
país?”, la pesadilla había terminado y eso era parte del conjuro. Por supuesto,
también teníamos las tetas que tibiamente exponía una muy jovencita Gabriela
Toscano y la esperanza que latía en algunos corazones.
Algo tendrá entonces esa cucaracha que nos
hace mover eso que tenemos debajo de los pelos y temblar aquello que guardamos
entre las piernas. Dicen que el bichito en cuestión, es una de las especies más
antiguas, eso nos quiere decir, que resistió huracanes, terremotos, tifones,
desastres y crisis de todo color. Parece que se banca hasta una guerra nuclear,
espero que a nadie se le ocurra probarlo, quizás sea por eso, que nos resulta
imprescindible aplastarla con la zapatilla o con cuanto objeto posible se nos
presente tan sólo, para probar que somos algo más fuertes.
¿Será por
envidia? ¿Será porque nos trae nuestra mugre?. Será por lo que será, ese bicho
veloz que no pica, que no hace ruido y que no nos roe ninguna de nuestras cajas
fuertes, nos produce temor y asco al menos.
Hagamos en honor a la cucaracha, un minuto de silencio por cada una que
hemos matado y mataremos en lo que nos queda de vida y por todas aquellas que
transitarán por el mundo, por los siglos de los siglos.
Por fortuna tengo un regalo y aclaro, las
tetas están, pero ojo no se hagan ilusiones.
Consejo: arranquen el el 1.26
Muy bueno, me quedo zumbando la cucaracha por un rato en la cabeza...creo que la cucaracha debería reemplazar al hornero como símbolo nacional, especialmente ahora que el "modelo" se ha orientado claramente hacia el "sucialismo"...Me imagino los desfiles de cartoneros con cucarachas como escarapelas y el Tren Blanco con una gran cocarda dedicada al noble insecto que esparce el progresismo a tasas , sueldos y cuentos chinos...
ResponderEliminarEs interesante también ver ahora con la distancia del tiempo como "Pinocho" Solanas -el Flautista de Hamelin de "Los Hijos de Chavez"- ha venido llevando con su quena "nac & pop" a los desprevenidos ratones criollos al horno danzando como Gene Kelly... un maestro de la lubricacion ideológica, que duda cabe.
Coincido con la evaluación de la Toscano, un inquietante par de promesas bajo el pullover.
Y Paris resplandece y se lo banca todo
Un abrazo desde la distancia
La vena kafkiana del insecto cartonero que nos presentas también da que pensar en sus aplicaciones al caso vernáculo: el despertar sintiéndonos como cucarachas, patas para arriba y sin podernos enderezar (aunque tengamos la patita de atrás) para evitar el escobazo es un fenómeno bien conocido para los argentinos...
ResponderEliminarY como te contaba por linea privada, el exterminador en Buenos Aires suele actuar en realidad como "cucarachero", trayendolas y alentandolas tras cada fumigacion en lugar de llevarlas. Asi se mantiene el mercado en perpetuo crecimiento...