Hace pocos días, una figura de la política nacional desató
una polémica en un reportaje y según la opinión de muchos: “se fue de boca”.
Se trata de Jaime Durán Barba, responsable de las campañas
publicitarias del Pro, partido que gobierna la Ciudad de Buenos Aires.
El título de la noticia es :
Hitler era un tipo
fantástico
Y lo que hay en la web de la noticia lo tienen en:
El título del reportaje carga con la picardía del periodista
que de este modo, logró la repercusión de todo aquel que busca figuración a la
hora de pelearse con el teclado. Felicitaciones por ese motivo.
En lo que a mí respecta, el sábado muy temprano escuché el
comentario por la radio y si bien el título me fue presentado, previamente se
adelantaron algunos juicios y lejos de producirme rechazo, consideré acertado a
este ecuatoriano cuyo trabajo es curiosamente, hacer ganar a los políticos.
Paradoja de un acto poco político. En casa de herrero, el cuchillo es de palo.
¿Qué fue lo que dijo ese caballero que me pareció oportuno?
Dijo primero que los líderes demonizados como Hitler y
Stalin, no necesariamente deben ser seres vestidos de rojo con tridente y
cuernos, son personas capaces de emocionarse con el llanto de un bebé, con una
poesía o con la apertura de una flor. Similar al Padrino de Coppola que luego
de asesinar a un tipo, se la pasaba durmiendo a su pequeño hijo a upa, con la
ternura que cualquier padre prodiga a su descendencia.
Pero agregó algo más a mi juicio muy valioso, dijo que los
mencionados dictadores eran tipos populares aclamados por las masas, de hecho
Hitler recordó, llegó al poder gracias al voto popular.
Quiero citar a James Madison, presidente de los Estados
Unidos de Norteamérica y fundador del Partido Republicano:
“Si los hombres fueran ángeles, no sería necesario ningún
gobierno. Si los ángeles gobernaran a los hombres, no sería necesario ningún
control externo ni interno sobre el gobierno”.
Y concluye:
“Al enmarcar un gobierno que va a ser administrado por
hombres sobre hombres… se debe primero permitir al gobierno controlar a los
gobernados y después obligarlo a controlarse a sí mismo”.
De modo que ese hombre que gobernó ese país a principios del
siglo diecinueve ( fue el cuarto presidente), ya sospechaba que ese caballero
vestido de rojo anida en cada uno de nuestros corazones cuando al menos,
actuamos como entes sociales y es atinado hacernos cargo de semejante
responsabilidad trágica.
Tamaña desilusión empujó al suicido a hombres de la talla de
Stefan Sweig y de Primo Levi.
Quien se atreva por las páginas de mi novela A Campo
Traviesa, es probable que encuentre algo
de eso también.
Tanta perorata no olvida al gran maestro argentino del
título. Borges nos regaló un cuento maravilloso sobre la condición humana
usando al nazismo como excusa. Un alma generosa nos lo hace llegar a la red. El
cuento tiene por título:
Deutsches
Requiem
(El Aleph, 1949)
De modo que agradezco a Don Jaime a que se haya animado a
irse de boca a pesar de que habitualmente no comparta los lineamientos que
defiende y lamento especialmente el rasgado de vestiduras de propios y de
ajenos, que no tuvieron el valor de defender esos puntos de vista.
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