Mar del Plata es un lugar en el mundo que guardo en el
corazón para siempre. No es el único y como cada uno de los lugares que tengo
guardados, tiene una estampita que lo hace de diferente color, como el amor de
mi amada, de cada hija, de cada amigo, de cada recuerdo.
Es posible, que esa ciudad arrogante, cargada de belleza,
banalidad y miseria, esconda en algún pliegue, la fruta prohibida. Quizás sea
por eso, que no la he visitado todo lo que ella se merece.
Pero cada vez que me acerco a esas calles cargadas de
historia y de mar, no puedo dejar de pasar por La Reforma.
La Reforma está en el número 1958 de la calle San Luis. El nombre de la calle poco importa, pero sí su número. 1958 es el año en que Don Arturo Frondizi, asumió la presidencia de la Nación y una foto de cuerpo entero del estadista con la banda presidencial, saluda a quien tiene el honor de ingresar a ese templo del comer, beber y discutir. Frascos cargados de manjares y fotos de épocas pasadas de visitantes ilustres, tapizan los muros del lugar.
Y lo curioso es, que en una ciudad de clásica tradición socialista, se le haya hecho un culto a tamaña figura desarrollista.
Pasó el tiempo y las
fotos de aquellos desarrollistas y socialistas, quedaron en los muros de la historia,
como piezas de museo patinadas en el sepia.
Es posible que en este tiempo que viene, sea conveniente que
nos demos una vuelta por ese templo de la tertulia, la gula y el Baco. Quizás,
los viejos ecos de aquellas discusiones nos inspiren, ahora que nos toca
ponerle calor, a este horno de revenido.
Y debemos hacerlo, a pesar de correr el riesgo de caer, en
las tentaciones que el fruto prohibido nos propone. Solo que esta vez, al estar
atentos, no nos podemos hacer los distraídos.
En Deberes y Derechos humanos de la Argentina en el Siglo
XXI
http://perelrozenmario.blogspot.com.ar
hablo de la similitud de esta época de democracia, con lo que le ocurre al
acero en el revenido.
El comportamiento del acero y otras substancias, es a veces
comparable con el de las sociedades, quizás porque quien lo haya decidido,
coincide con el uso de los dispositivos y de las variables. Recuerdo aquello
que figura en el artículo
El acero, cuando se
lo somete a un esfuerzo de deformación de su grano, ya sea por un cambio
forzado de temperatura (temple) ó por deformación mecánica (laminacíon),
aumenta su capacidad de trabajo. Ese grano deformado, se quiebra en algún sitio
y forma una estructura que se llama macla, que le otorga dureza. Sin embargo,
el material queda en un estado de fragilidad que lo torna quebradizo y frágil
como un diamante.
En algunos casos, no
es preciso realizar un tratamiento posterior como en los laminados en frío,
pero en el temple, es obligatorio llevarlo nuevamente a un horno, para quitarle
esa fragilidad. Ese proceso se llama revenido y se usa para que el acero,
recupere su capacidad para recibir impacto. ¿Qué se le hace al acero en estos
casos? Se le hace caricias, se lo cuida, se le reconoce lo duro que ha sido ese
trajín del temple y se lo acondiciona, como lo hace una madre con su bebé, todo
el tiempo posterior al trauma del parto. Quizás sea por eso, que los bebés sean
los humanos más resilientes, a pesar de su aparente fragilidad. Los cataclismos
nos lo han mostrado. La resiliencia, es la capacidad de recibir impactos y en
el acero templado, sólo se logra con el revenido.
En el artículo menciono, que los tiempos que transcurrieron,
desde algo antes de aquel primer golpe militar que desalojó los gobiernos legítimos,
hasta su recupero (algo más de cincuenta años), si bien han tenido lapsos de
democracias, éstas transitaron condicionadas con la punta de los fusiles en sus
cabezas. Éste período nuevo, por las circunstancias que sean, con las
diferentes opiniones respecto de su lucimiento, ha tenido un desempeño ajeno a
esas amenazas y a otras de distinto tono, que invito a valorar.
Cuando intercambié las conjeturas que vienen en los próximos
párrafos, con la musa de mis días, me sorprendió (como es su costumbre) con una
reflexión que comparto en estas líneas. Ella, que se pasa la vida aflojando y
apretando los tornillos de aquellos que lo necesitan, me aclaró:
En la repetición está
la elaboración. Se repite la historia, con la búsqueda de modificar el final.
Este tiempo de revenido, comienza con los días de Alfonsín.
Si intentamos buscar similitudes, podemos acercar algunas a los tiempos de sus
correligionarios Yrigoyen y Alvear. Luego le siguieron, las horas del
economista Cavallo, con los presidentes Menem y De la Rúa y con bastante buena
voluntad, podrían ser comparadas, con los años de la llamada Concordancia, que
abarcan desde Uriburu a Castillo. Finalmente, los tiempos del matrimonio
Kirchner, no es difícil asociarlos, con los del primer matrimonio Perón.
Hilando fino, alguno puede suponer, que la gran movilización
del 2001, tiene algunos puntos comunes con aquella otra de 1945 y que el hecho
de que otro golpe militar no nos haya siquiera acechado en esos tiempos, habla
de cierta mejoría en la salud institucional de nuestras almas. Otro podrá
decir, que la presencia de un guardavidas, pudo con la respiración artificial
de esas horas y Don Duhalde hizo lo que sabía hacer.
Si estas conjeturas tuvieran algún viso de posibilidad,
entonces aquellos que seremos conducidos, como esos que llevarán el rumbo de
este barco, podemos echar alguna mirada a esos tiempos, en que le ha tocado al
flaco Frondizi dirigirnos, tan sólo para que nadie, se haga el sorprendido.
Tanto los que llevarán el timón, como los que se deben
oponer y todos los otros, esos que somos parte del barco, no estaremos siempre
brindando. Quizás, como ha ocurrido en tantas ocasiones, estaremos acalorados a
los sillazos. Solo que ahora, seremos responsables algo más.
Todos los pueblos han atravesado situaciones duras. No somos
los únicos ni lo seremos. Si un pueblo en estos tiempos ha pasado por
situaciones atroces a su identidad y autoestima, ha sido el alemán y de alguna
forma, fue conformando su horno de revenido. Cierro entonces estas reflexiones
con una recomendación. Esta vez no es simple encontrarla en you tube, requiere
de algún esfuerzo, mejor así, es el tiempo que nos toca.
En 1998, Tom
Tykwer nos sorprendió con Corre Lola Corre, donde los protagonistas viven la
misma secuencia limitada a la tragedia, cuatro veces y cada una, con un final
diferente. Una parte de ese derrotero, responde a lo que algunos llaman
casualidad, pero otra, es parte de lo que algunos, nos proponemos en la
voluntad.
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